La mirada atónita

de la sección del mismo nombre en el programa Punt de Llibre de Radio Barcelona
(Email: puntdellibre@cadenaser.com Contestador: 93.344.14.76)

domingo, enero 28, 2007

ALACRANES EN SU TINTA

Ay... No saben lo duro que resulta esto de ser colaborador en Euskadi de un programa de literatura. Es un trabajo lleno de sacrificios como, por ejemplo, ir a cenar a un restaurante recién inaugurado en Bilbao y que se ha inspirado en la novela “Alacranes en su tinta” de Juan Bas.

El local se llama “El mapamundi de Bilbao” y su slogan es “Cómete el mundo”. Algo que a estas alturas no les extrañará porque todos ustedes saben de sobra la humildad que nos caracteriza a los bilbainos. Bueno, fíjense si seremos humildes que nada más abrir la carta aparece una cita de Miguel de Unamuno que dice “El mundo entero es un Bilbao más grande”... Como diría Eugenio: - ¿Saben aquel que diu: Oiga, tienen mapamundis de Bilbao? ¿De la margen izquierda o de la derecha?

Entenderán que servidor en semejante ambiente se moviera como pez en el agua: Bilbainismo, buena comida, vino y referencias literarias... ¿Qué más se puede pedir?

Bueno, nos faltó brindar con agua de Bilbao, ya saben, esa bebida espumosa que ahí en Cataluña llaman cava.

En fin, mejor me apeo de esta euforia localista o acabaré reivindicando con el ex alcalde Gorordo que Bilbao sea capital de Euskadi, de Europa, del Mundo o del infinito y más allá.

Retomemos, pues el hilo de lo que nos ha traído hoy aquí. Resulta que a los dueños del restaurante les encanta la novela de Juan Bas “Alacranes en su tinta”. En ella aparece un local que se llama “El mapamundi de Bilbao”, así que decidieron tomar el nombre. Eso sí, antes se pusieron en contacto con el escritor y le pidieron permiso, porque en Bilbao seremos chulos, pero tenemos maneras y educación eh. Bas no sólo cedió el nombre si no que escogió una serie de citas de su obra para que decorasen con ellas las paredes del comedor.

Ahora es cuando yo debería deleitarles con alguna de las más ingeniosas de esas citas... Pues no me acuerdo... Pero no es por mi culpa... es por culpa del zumo de uva que sirven... que está muy rico... y claro... cuando al día siguiente consulté mi libreta de apuntes descubrí que en vez de copiar los textos había escrito: ¡Ole Ole Qué Vinacho!... Anda que estoy yo como para ser crítico gastronómico de la guía Michelín.

¿Entienden ahora lo duro y sacrificado que es ser colaborador en Euskadi del Punt de Llibre? Es un sinvivir.

Por cierto, como sugerencia a los propietarios del restaurante El Mapamundi de Bilbao les diría que en la carta de vinos deberían incluir alguna referencia a otra de las obras de Juan Bas que se titula “ Tratado sobre la resaca. Guía de supervivencia para los que beben sin sed” y, también a modo de sugerencia para los que acudan al restaurante les diré que el bacalao está que se sale. Tomen nota... tomen nota.

sábado, enero 20, 2007

LA MÁQUINA DE RIMAR (o el amor)

Tengo dos problemas. Uno que estoy enamorado y dos que cuando me enamoro me vuelvo imbécil perdido. Además se trata de un amor no correspondido lo que le añade ese toque de culebrón venezolano que todo buen enamoramiento necesita. Bueno, en realidad, más que no correspondido es un amor no percibido. Porque la moza en cuestión lo único que tiene que estar viendo es que me paso los días yendo a su mesa de trabajo para preguntarle las cosas más inverosímiles con un tartamudeo que antes no tenía.

Sí amigos, uno de los primeros síntomas de que estoy infectado por el virus del amor es que se me hincha la lengua tanto que no me cabe en la boca y patina cada vez que me dirijo a ella. ¿Cómo voy a conquistar a una mujer preguntándole si tiene clips verdes y, además, pronunciando como si me hubiera comido un calcetín?

Esto es malo, pero hay otro síntoma peor; el síntoma definitivo, el que no deja lugar a dudas de que estoy colado hasta las trancas por ella: Me ha dado por escribir canciones de amor.

Heme aquí a mis treintaypico, guitarra en ristre, cual Andy y Lucas en un solo cuerpo, intentando escribir algo que rime con el nombre de la muchacha. Y no es fácil, se lo aseguro.
Afortunadamente la tecnología está de mi parte y he descubierto, navegando por la red, un programa informático para rimar. Se llama Rimar quasar, lo ha desarrollado un Argentino y al parecer lo utilizan muchos aficionados a la poesía y algún que otro rapero. El manejo no puede ser más sencillo: se introduce la palabra a rimar e inmediatamente aparecen tres listas; una de rimas consonantes y dos de asonantes.

Vamos a suponer que mi amada se llama Ana. Introducimos el nombre y descubrimos que existen 354 palabras que riman en consonante y unas cincomil en asonante. Así que, inevitablemente y para desgracia de la humanidad, en cinco minutos uno compone su canción y se queda tan ancho:

Ana, quiero ver por la mañana, tu cara de manzana. Tus pechos son de avellana y tu piel sabe a crema catalana. Oh Ana, nunca de ti tendré desgana. Eres dulce como una napolitana. Contigo estoy en el nirvana. Oh Ana, estás que rompes la pana.

No se rían que las canciones de Andrés Calamaro son del estilo y el tío vende millones de discos.
Bueno, ya ven, esto es lo que ocurre cuando mezclas un enamoramiento adolescente a los treintaypico con un programa informático para rimar. Por favor, no lo hagan en sus casa, las autoridades sanitarias advierten que este tipo de experimentos alteran seriamente el ecosistema.

Les dejo que me quedan 347 palabras por rima. Oh Ana...

ESPÍA COMO PUEDAS

Dicen que para ser escritor hay que ser curioso por naturaleza. Entonces supongo que para ser escritor de novelas de espionaje hay que ser doblemente curioso. En mi pueblo a los muy curiosos les llamamos cotillas y, pensándolo bien, un espía no es otra cosa que un cotilla de ceño fruncido. De hecho, entre James Bond y otro de mis excéntricos vecinos, al que llamaremos equis para no herir susceptibilidades, la única diferencia está en los medios tecnológicos que emplean: Bond utiliza microcámaras ultramodernas para fotografiar documentos secretos y mi vecino se las apaña con una rudimentaria aguja de punto para sustraernos la correspondencia del buzón a los pobres paganos. Por cierto, si me está oyendo, ¿sería tan amable de devolverme la factura de teléfono del mes pasado que la necesito para unas gestiones?

De todos modos yo creo que a los espías se les ha de notar la vocación desde pequeñitos. Son esos niños que copian en los exámenes aunque se sepan la lección de pe a pa y que se saltan sin mayores dificultades la barrera que los empollones de la clase hacen con el brazo alrededor de su folio. En el recreo juegan siempre al escondite y se piden contar ellos. Huelga decir que cuentan de tres en tres y que miran de reojo para saber dónde buscan refugio sus compañeros. Porque los espías además de cotillas son tramposos, que si no de qué iba a ganar siempre 007 en el casino.

Se supone que los espías no revelan nunca un secreto, aunque se lo pida Hale Berry por favor y como Dios la trajo al mundo. Eso sí que es de admirar porque tengo que reconocer que si me pasa a mí, por contarle, le cuento a la muchacha hasta el último detalle de mi operación de amígdalas. Hale Berry, que por cierto es la única actriz oscarizada con nombre de frontón de pelota vasca.

Eso sí, cuando los espías se hacen mayores se convierten, indefectiblemente, en escritores. Claro, tantos años sin decir ni pío, con tanta cosa guardada dentro de sí mismos... pues por algún lado tiene que salir y como Hale Berry no va a estar esperándoles siempre que si no se pasaría el día constipada... ¿Qué mejor solución que largarlo todo en un libro?

La lista de escritores espía o de espías escritores es interminable: Desde el consabido y consagrado John Lecarré, Frederick Forsyth a Graham Greene han sido frailes antes que monjes o frailes además de monjes dependiendo del caso, y dicen las malas lenguas que hasta el mismísimo Quevedo hizo sus pinitos en la materia... ya decía yo que esas gafillas resultaban sospechosas.

De todos modos desconfíen, no solo de escritores vive el gremio del espionaje y cualquiera puede ser uno de ellos. Además pueden estar en cualquier lado. Fíjense si será así que un día iba yo paseando al lado del Guggenheim y me encontré a James Bond colgando de la fachada de un edificio. Que será todo lo espía que ustedes quieran pero lo de la discreción lo lleva fatal. Lo que no he entendido aún es porqué me echó de allí un hombre diciendo improperios en inglés cuando yo trataba de explicarle al señor Bond que en Bilbao, en contra de lo que la gente pueda creer, entramos en las casas por la puerta. Por cierto, cuando aquel tipo que juraba en anglosajón me preguntó que quien puñetas era yo y solo pude responder una cosa: Me llamo Los... Car-Los.

domingo, enero 07, 2007

NAVIDAD

He estado buscando textos que tuvieran relación con la Navidad. Algo para leerles que representara lo que es para mí esta época. He estado recreando anécdotas graciosas, chascarrillos e historietas de esas habituales en mi sección. Pero me he dado cuenta de que nada de ello representa para mí la Navidad como la figura de mi abuelo Juanito.

Mi abuelo Juanito medía casi dos metros, o eso me parecía a mí. Así que nunca entendí lo del diminutivo. Tenía una barriga importante, coloretes porque le gustaba el vino y txapela, por supuesto.

Jamás le vi escribir algo que no fuera su firma. La ensayaba una y otra vez por miedo a equivocarse cuando tenía que rubricar un documento que él consideraba importante. Con esto quiero decir que no dejó ningún texto escrito que yo pueda leerles esta tarde. Y en cambio, estoy firmemente convencido de que mi abuelo ha sido el escritor que más ha influido en mí, aunque él siempre creyó que era interventor de los ferrocarriles de la Robla.

En Nochebuena siempre cenábamos cuando mi abuelo volvía del bar. La mesa se llenaba de colores y la risa inundaba el ambiente, todo presidido por su voz. La voz de mi abuelo Juanito contando historias sin parar. No, contando no... contándome... porque él siempre se dirigía a mí. Todos los demás, mis padres, mi tío, mi abuela, se desenfocaban un poquito y las historias fluían del abuelo al nieto como un regalo anticipado.

Luego, a eso de las doce, llegaban el resto de regalos... los juguetes, los tebeos, los dulces... apenas conservo algunos de aquellos tebeos como recuerdo; de los juguetes, claro está, dos o tres semanas después no volvía a acordarme... En cambio, las historias que me contaba mi abuelo siguen todas conmigo, sus anécdotas de la guerra, las fábulas de Samaniego que recitaba de carrerilla, los chistes...

Hoy sé que en aquellas cenas de nochebuena recibía antes que nadie el mejor de los regalos. El privilegio de sentarme al lado de uno de los mejores escritores del siglo XX. No busquen sus libros en las librerías, me los regaló todos al oído.

PATATAS AL ESTILO PAQUILLO (receta navideña)

Cima de la gastronomía las patatas
que el Paquillo cocina con esmero
ya son famosas en el mundo entero
pues por más que devores no te hartas.

El secreto está en triscarlas ¡no las partas!
que sin ruido no hay gracia ni salero
se cubren bien de agua lo primero
y se elige el mejor chorizo de la sarta.

Cuatro dientes de ajo, una zanahoria y tres trozos de pimiento
son el único y sencillo complemento
amén del chorizo mencionado
que da vigor al plato y fundamento.

Hazte a un lado Arguiñano que el Paquillo
desenfunda la botella del aceite
orgullo dorado de Gredos y deleite
de los que con el pan al plato sacamos brillo.

Un chorrito de la esencia de la oliva
y tres cuartos de hora a fuego lento
para por fin degustar el alimento
que nos da placer y nos da vida.