La mirada atónita

de la sección del mismo nombre en el programa Punt de Llibre de Radio Barcelona
(Email: puntdellibre@cadenaser.com Contestador: 93.344.14.76)

domingo, diciembre 17, 2006

MAGIA NEGRA

Uno... Dos... Tres... ¡Duérmete! Nada, no hay manera. Llevo 16 intentos de hipnotizar al gato, que es el único que se presta a ello sin problemas, pero cada vez que doy la orden final pega un brinco y se engancha de las cortinas.

Yo creo que el problema va a estar en que no alcanza el estado alfa ese del que habla Anthony Blake en su último libro. Y mira que se lo he leído veces, pero ni por esas. Una de dos, o mi gato no es sugestionable o yo tengo el mismo futuro como mentalista que Montilla como estrella de Rock.

Se preguntarán ustedes que por qué me ha dado a mí ahora por esto de hipnotizar gatos. Pues tiene una explicación bien sencilla: Ha caído en mis manos un ejemplar de “Lo que sé del más allá”, la última publicación del polémico ilusionista asturiano y he decidido que de mayor quiero ser como él.

No es que me interese detener balas con los dientes, ni adivinar el número de la lotería de Navidad ayudado, según dicen, por un señor bajito encerrado en una urna... Pero imagínense lo que sería conseguir hipnotizar al gato, hacer que obedezca mis ordenes, que no arañe todo lo que encuentra a su paso... y una vez dominado el arte de hipnotizar felinos hacerlo con seres humanos, que tampoco tiene que haber tanta diferencia... salvo que algunos son más peludos que los mininos.

Por supuesto utilizaría mis poderes de sugestión única y exclusivamente para hacer el bien: acabaría con todas las guerras, haría que a toda la gente le gustase leer, conseguiría que Jessica Alba se casara conmigo, que los árbitros pitasen cinco penaltis por partido a favor del Athletic, sometería a todo el universo a mi voluntad... vamos, lo normal en estos casos.

Lo que no tengo claro es si para ser mentalista es obligatorio vestirse de negro. No es que me importe demasiado, pero lo único que tengo de ese color es una camiseta del grupo heavy “Manowar”. La conservo como recuerdo de cuando tenía pelo y lleva una inscripción que ocupa toda la espalda en la que se lee:“Kings of metal”... y no sé yo si va a quedar muy serio ir así uniformado cuando domine las mentes de todo el mundo y sea amo y señor del cosmos.

Por el momento creo que voy a tener que releer los capítulos de ejercicios del libro de Anthony Blake porque por más que intento que mi gato me mire a los ojos él sigue empeñado en convertirme las cortinas en los bajos del pantalón de Robinson Crusoe.

¡Un momento! Ya lo tengo. A ver bicho, concéntrate en mi mirada... Cuando cuente tres harás lo que yo te ordene... Uno... Dos... Tres... ¡Destroza las cortinas!

Por fin lo conseguí, el gato obedece mis órdenes... tiemblen... ustedes serán los siguientes...

domingo, diciembre 10, 2006

ZAFÓN SE ZAFA Y YO NO

Estoy desolado. Acabo de descubrir que hay un abismo entre Carlos Ruiz Zafón y yo. Siempre he creído que éramos almas gemelas: Compartimos nombre, alopecia, dioptrías, complexión atlética con pecho caído, él tiene millones de lectores, yo, por la ley d’hont y en proporción, más o menos el mismo número de oyentes, uno arriba uno abajo...

Pero hay algo que nos separa y que hace que le envidie como a nadie en el mundo... Él lleva seis años escribiendo su próxima novela, a su ritmo, y a pesar de que sus seguidores llevan todo ese tiempo tan ansiosos que se han comido las uñas hasta los nudillos, nadie le dice ni pío.

En cambio, en cuanto yo me retraso un poco en escribir esta sección mi teléfono empieza a sonar de tal manera que acaba poniéndose hasta colorado de no poder respirar. La última vez que tardé un poco en descolgarlo iba ya por un tono azul pitufo más que preocupante. Y claro, una vez que descuelgas es peor, porque ustedes están acostumbrados a oír la dulce y encantadora voz de la directora de este programa pero no saben lo que acongoja en versión niña del exorcista.

Y eso por un retraso de diez minutillos... bueno, quien dice diez minutos dice un par de días que tampoco me he puesto nunca a cronometrar mis retrasos. Pero vaya, que si Ruiz Zafón fuera colaborador de este programa había escrito ya tres trilogías de la Sombra del Viento y dos versiones extendidas de Lo que el viento se llevó.

Otra cosa que me llama la atención es que mi tocayo se niegue a desvelar ni una línea del argumento de su novela. Dice que ni su editor sabe ni siquiera el título y mucho menos nada de la trama. Yo eso lo he intentado también: "Es que es sorpresa" se me ocurrió decirle un día a la conductora de este vergel literario y radiofónico. Inocente de mí. Mis tiernos oídos se vieron invadidos por palabras con muchas erres que jamás antes habían escuchado. Eso sí, en diversos idiomas oficiales del estado, que para eso somos crisol de culturas.

Zafón se ha mudado tres veces de casa para hallar el lugar idóneo para crear. Y yo, mísero de mi, infelice, cada vez que he intentado disculpar mi falta de creatividad alegando que el entorno no era adecuado he tenido que escuchar un: "Ni te muevas de ahí hasta que termines". Igual que cuando me enfrentaba en mi infancia a un plato enorme de vainas, más conocidas en Cataluña como judías verdes.

Los genios como el autor de "La sombra del viento" escriben durante la noche. En esas horas mágicas en que las musas, los fantasmas y los dragones campan a sus anchas protegidos por la oscuridad. A él nunca le dirán eso de "Me lo tienes para las siete y no me rechistes que siempre me andas con zarandajas".

¿Por qué Zafón puede zafarse de esta manera y yo tengo que acabar con un juego de palabras tan patético porque se me acaba el tiempo?

Está claro que entre nosotros hay un abismo por todos esos motivos, pero sobre todo hay algo que nos diferencia definitivamente: ¡Que él nunca tendrá que buscar la palabra "zarandaja" en el diccionario!

domingo, diciembre 03, 2006

LO DE ALGUNOS NO TIENE NOMBRE

Si yo fuera escritor me pasaría el día tomando notas junto a la caja rápida de eso que los medios de comunicación llaman "una gran superficie" y que yo he llamado toda la vida Maxi Eroski, Caprabo o Continente. Las cajas rápidas son el sitio ideal para poner en práctica aquello del "binomio fantástico" que nos enseñaban en la EGB y que consistía en asociar dos sustantivos sin relación aparente y a partir de ahí crear una historia. Para no aburrirme mientras hago cola suelo jugar a algo parecido: Invento pequeños relatos sobre la gente que me precede y los objetos que les acompañan en la cinta transportadora.

Sin embargo en la última cola en la que formé parte algo me lo impidió. La compra de la chica que estaba delante de mí era, ni más ni menos, que el libro de Julián Contreras "Querida mamá". Y claro, en vez de imaginar historias, lo primero que pensé fue: Que gasto de papel, con lo mal que está el Amazonas.

Pero inmediatamente después mis ojos se quedaron fijos en la portada. El nombre de Julián Contreras Ordóñez aparecía al mismo tamaño que el título, pero el de Celina Fernández, la escritora argentina que ha dado forma al texto, resultaba imperceptible, si es que está por algún lado.

Valga mi ignorancia literaria para reconocer que apenas sé que esta mujer ha publicado con anterioridad una biografía de los Panchos y que es presidenta honoraria del Colegio de Profesionales de Psicología Transpersonal de la República Argentina. Que desde luego suena importante... aunque no lo sea tanto como para aparecer al mismo tamaño que el del vástago de Carmen Ordóñez.

Lo que está claro es que si en la portada apareciera la amiga Celina sin Julián Contreras, las ventas del libro no hubieran sido las mismas. Y es que, aunque sea de uno que es famoso porque su madre fue famosa porque fue hija, sobrina y mujer de toreros famosos ¡Lo que vale un nombre!

Que se lo digan si no, dejando a un lado el tema de las vísceras, a Fernando Beltrán, poeta e inventor de nombres a quien el diario El País le dedicó un curioso artículo hace unos meses. Sí, sí, inventor de nombres, han leído bien.

A Beltrán le deben su denominación la compañía telefónica Amena, el centro cultural La Casa Encendida o Faunia que antes era conocida como Parque Biológico de Madrid y que gracias al cambio ha conseguido aumentar considerablemente el número de visitantes.

Por supuesto el negocio de Fernando no es el único en su género; los americanos, que para estas cosas son muy listos hasta le han puesto nombre a esto de poner nombre: "naming" le han llamado en un alarde de ingenio. Y sepan ustedes que los precios oscilan entre los mil y los docemil euros. Suerte que de momento los de persona son gratis porque si no ya me veo llamándonos a silbido limpio.

Lo dicho: ¡Cuánto vale un nombre! Aunque sea para saber que libro no piensa uno comprar jamás.