84 Charing Crossroad
Sí, sí. Lo reconozco. Lloré. Lloré igual que una miss recién coronada cuando vi 84 Charing Crossroad. La dirección de este programa lleva años intentando que lo confiese y ya no puedo con tanta presión. No soy el prototipo de vasco que ustedes imaginan. No corto troncos por las mañanas antes de desayunar, ni juego a pelota a mano desde que se inventó la raqueta, ni levanto piedras... no porque no pueda, sino porque ¿y si hay un escorpión o una culebra debajo?.
Nunca podré olvidar 84 Charing Crossroad, la obra de teatro dirigida por Isabel Coixet, sobre todo cuando después de los aplausos se encendieron las luces y mi amiga Xesca, con su sutileza habitual, me señaló con un dedo y gritó: -¡Está llorando! ¡Está llorando!
Gracias, querida amiga, por cumplir con tu noble oficio de periodista e informar a todo el patio de butacas y parte de los palcos.
Creo que solo he llorado dos veces en el teatro. La otra fue viendo el Rey Lear de Calixto Bieito y por motivos muy diferentes. Pobre Shakespeare...
84 Charing Crossroad cuenta la historia real de Helen Hanf y Frank Doel. Una escritora de Nueva York y un librero londinense que mantuvieron una historia de amor durante veinte años a través de cartas y sin llegar a conocerse nunca. Ya ven, me conmueven las relaciones condenadas al fracaso y en las que los amantes no tienen que pasarse el día haciéndose arrumacos y diciéndose cosas como “Te amo, costillita”. De hecho, Helen Hanf y Frank Doel ni siquiera se dijeron “Te quiero” una sola vez.
En el programa de mano que conservo como recuerdo, Isabel Coixet dice que su único deseo es que al salir de la representación, el espectador se diga: “Yo lo viví, yo me emocioné”. Bueno, pues misión cumplida, pero la próxima vez si con el programa de mano viene también un paquete de kleenex lo agradeceremos yo y las cortinas del Romea.
Y ya puestos y teniendo en cuenta que hoy hablamos del Londres literario y no de mis lloreras, tenemos que comentar que, precisamente, en la calle Charing Cross Road se concentran las principales librerías especializadas y de segunda mano de la ciudad. Allí estaba también Marks&Co, la librería en la que trabajaba Frank Doel y de la que ya sólo queda una placa conmemorativa porque en su lugar ahora hay... ¿lo adivinan? ¡Sí, uno de los auténticos centros de la cultura de un país que se precie, o sea, un bar!
Bueno, pues nada, yo les dejo que me tengo que perder en la bruma de las ondas:
Es mi vida no quiero cambiar
los chicos no lloran sólo pueden soñar
es mi vida no quiero cambiar
los chicos no lloran tienen que pelear
es mi vida ah! es mi vida ah!
Nunca podré olvidar 84 Charing Crossroad, la obra de teatro dirigida por Isabel Coixet, sobre todo cuando después de los aplausos se encendieron las luces y mi amiga Xesca, con su sutileza habitual, me señaló con un dedo y gritó: -¡Está llorando! ¡Está llorando!
Gracias, querida amiga, por cumplir con tu noble oficio de periodista e informar a todo el patio de butacas y parte de los palcos.
Creo que solo he llorado dos veces en el teatro. La otra fue viendo el Rey Lear de Calixto Bieito y por motivos muy diferentes. Pobre Shakespeare...
84 Charing Crossroad cuenta la historia real de Helen Hanf y Frank Doel. Una escritora de Nueva York y un librero londinense que mantuvieron una historia de amor durante veinte años a través de cartas y sin llegar a conocerse nunca. Ya ven, me conmueven las relaciones condenadas al fracaso y en las que los amantes no tienen que pasarse el día haciéndose arrumacos y diciéndose cosas como “Te amo, costillita”. De hecho, Helen Hanf y Frank Doel ni siquiera se dijeron “Te quiero” una sola vez.
En el programa de mano que conservo como recuerdo, Isabel Coixet dice que su único deseo es que al salir de la representación, el espectador se diga: “Yo lo viví, yo me emocioné”. Bueno, pues misión cumplida, pero la próxima vez si con el programa de mano viene también un paquete de kleenex lo agradeceremos yo y las cortinas del Romea.
Y ya puestos y teniendo en cuenta que hoy hablamos del Londres literario y no de mis lloreras, tenemos que comentar que, precisamente, en la calle Charing Cross Road se concentran las principales librerías especializadas y de segunda mano de la ciudad. Allí estaba también Marks&Co, la librería en la que trabajaba Frank Doel y de la que ya sólo queda una placa conmemorativa porque en su lugar ahora hay... ¿lo adivinan? ¡Sí, uno de los auténticos centros de la cultura de un país que se precie, o sea, un bar!
Bueno, pues nada, yo les dejo que me tengo que perder en la bruma de las ondas:
Es mi vida no quiero cambiar
los chicos no lloran sólo pueden soñar
es mi vida no quiero cambiar
los chicos no lloran tienen que pelear
es mi vida ah! es mi vida ah!