La mirada atónita

de la sección del mismo nombre en el programa Punt de Llibre de Radio Barcelona
(Email: puntdellibre@cadenaser.com Contestador: 93.344.14.76)

miércoles, mayo 02, 2007

Fonnecticut y Juan Ramón

Cuando realicé el examen de “Fonología y fonética españolas” llegué a plantearme seriamente la posibilidad de asaltar el furgón que transportaba las pruebas para su corrección desde el centro de estudios a la sede central de Madrid.

No podía pensar en otra cosa que no fuera que si algún día yo llegaba a ser alguien, pudiera trascender que en un momento de mi vida había escrito que “fonética” era uno de los 52 estados unidos de América.

Deseché la opción de “asalto y robo de un furgón” porque creí que resultaba más triste pasar a la historia como “el Dioni II” que como el zopenco que a la pregunta sobre las diferencias articulatorias entre vocales y consonantes respondió que se había perdido aquel capítulo de Barrio Sésamo.

Así que pasé quince días encomendándome a San Judas Tadeo, patrono de los imposibles y abogado de los casos desesperados, rogándole para que “quien fuera que fuese” el corrector del examen, Dios le hubiera dotado del sentido del humor suficiente para entender mis simpáticos guiños.

Un tres con cinco y una acotación que decía “buen intento, muchacho” me dio a entender que el señor examinador tenía el sentido del humor a medias y que mi paso a los anales universitarios será como ejemplo de lo que no hay que hacer en un examen. Bueno, como decían los Rodriguez “Peor es nada”.

Y claro, ahora que tengo que hablar sobre Juan Ramón Jiménez me hierve la sangre, porque aquí a servidor le suspenden por confundir labiales y linguodentales y en cambio del nobel de Moguer, por escribir palabras como “elegía” o “antología” con jota los estudiosos dicen que: “La jota tiene validez en su caso, como una muestra de su inconformismo y del deseo del autor de romper con las normas tradicionales de la escritura”. La califican, incluso, como “jota emblemática”. Y me pregunto yo, ¿por qué no puede considerarse “emblemático” también mí concepto de fonética? Como diría un amante despechado: ¿Qué tiene él que no tenga yo... a parte de barba y un premio nobel de literatura?

Bueno, supongo que mucha mala uva. Quizá sea por eso que nadie le rechistó. A ver quien era el guapito que levantaba la mano y le decía: “Don Juan Ramón que es con ge” al tipo que denominó a Neruda “el mejor de los malos poetas” en lo que supongo que es un esfuerzo por dedicarle un piropo.

Por cierto, que los amigos de la Discreta Academia, de quienes hablaremos otro día, han descubierto el origen del avinagramiento del genio. Según el Conde de Abascal, y cito textualmente: “Juan Ramón Jiménez, el delicado, místico y profundo Juan Ramón Jiménez; el exquisito, puro y minoritario Juan Ramón Jiménez; el romántico, tierno y sutil Juan Ramón Jiménez... ¡se apellidaba de segundo MANTECÓN!
El origen de la siempre difícil relación del poeta con el género femenino estriba en ese odio callado y visceral hacia la figura materna a consecuencia de la derretible dote de su apellido.

Pero he aquí que, a través del funcionamiento de un misterioso engranaje psíquico y poético —desde luego, muy bien engrasado—, del repudio tácito de la estirpe mantecona surgió, en toda su pretendida pureza, la poesía magra y prieta de Juan Ramón Jiménez, limpia de nervio y grasa, ligera y nutritiva.”

Pues no les quitaré yo la razón a los discretos académicos aunque me temo que si se presentan a un examen sobre el tema tampoco pasarán del tres con cinco.

Henry James was here

Carta abierta a la dirección del programa:

Estimada señora directora, aquí su humilde colaborador desde tierras vascongadas quiere informarle de que se siente lejano. No, no lejano a ustedes con quienes comparto, además de un rinconcito en las ondas, una profunda amistad y pasiones literarias y gastronómicas (alimento del alma las primeras y del cuerpo las otras).

Me siento lejano, sí... pero al pueblo de Rye, en el East Sussex inglés. Y se preguntará usted ¿Pero qué me está contando el melón este? Pues le explico: En Rye vivió durante dieciocho años el escritor del que hoy tratamos, el norteamericano nacionalizado británico Henry James. Pasó los últimos y supuestamente más felices años de su vida en una casa georgiana llamada “Lamb house” y que se encuentra situada junto a la iglesia de la localidad. Tiene que ser una cosa preciosa, oiga. Podría intentar describirla con más detalle pero, ya ve, esta sensación de lejanía me lo impide. Claro que... por 79,80 euros el vuelo Bilbao- Londres y 118 euros por noche en un hotel llamado White Vine House, tal vez pudiera ser mucho más preciso en mis explicaciones y seguro que se me curaba esta especie de morriña. Al viento... al viento le digo...

Seguro que en Lamb House aún conservan el taquígrafo con el que una asistente transcribía los textos que James iba dictando cuando la artritis le impidió seguir utilizando la pluma. Dicen los que saben de esto que el cambio de sistema implicó también un cambio de estilo narrativo en sus obras. Desde luego, es probable que ralentizara el proceso porque el autor de “Otra vuelta de tuerca” o “Las bostonianas” sufría una ligera tartamudez que superaba hablando muy despacio. Aún así, sus veinte novelas y más de 112 relatos le convierten en un autor más que prolífico. Ya quisiera más de una liebre de la literatura actual llegar a recorrer lo que recorrió esta tortuga.

Por cierto, Salsa Rosa, Dolce Vita, Tómbola y Dónde estás corazón hubieran sido fuentes inagotables de argumentos para este escritor que decía que las mejores historias las sacaba de los cotilleos de las reuniones con sus amigos ricachones. Porque, eso sí, a pesar de que, al parecer, tuvo épocas en las que no nadaba en la abundancia, el amigo Henry James, siempre vivió a todo trapo y, “nunca le faltó de ná” que se suele decir.

Y ya que estamos, como dice mi vecina, de “cotis” les contaré que dicen las malas lenguas que era frío y distante aunque de extremada educación. ¿Será por eso que se hizo británico? Que quieren que les diga, yo para eso prefiero el producto interior bruto: ¡Dónde esté un buen Fernando Fernán Gómez para mandarnos de vez en cuando a algún lugar maloliente!

Bueno, aquí me quedo, con mi xirimiri, añorando la bruma en la playa de Cape Cop. Ay, que bonita sección hubiera quedado. Al viento... al viento le digo...

Juventud, divino tesoro

Hay muchos motivos por los que uno descubre que se ha hecho mayor: De repente un día te ves incapaz de entender la mecánica de los juegos de los chavales, te das cuenta de que los cantantes de tu generación van todos rapados para disimular la alopecia, no sabes diferenciar el baile de moda de un ataque epiléptico y ya sólo puedes emplear la tarjeta joven para quitar el hielo del parabrisas de tu coche.

Pero el abismo entre la juventud y tú se hace aún más patente cuando se te ocurre ir a comprar un libro para un sobrino preadolescente y ves que la sección de literatura juvenil es una galería de orcos, dragones, elfos, enanos con hachas, hechiceros y demonios cabreados. Que por cierto son todos de una belleza tal que a su lado, el troll mocoso de David el Gnomo parecería Tom Cruise.

Entonces oyes a una señora que pregunta: “¿Oye, bonita, de los Hollister no tenéis nada?” Y la cara de poker con piercings de la dependienta te vuelve a recordar que te has hecho mayor. “Pruebe en la sección de biografías de políticos Estadounidenses” Dice la muchacha. “No niña” – Interrumpes a la criatura - “Los Hollister, los Gemelos, Los cinco, Los tres investigadores, Los siete secretos... ¿Dónde han ido a parar?” “¿A Benidorm con el Inserso?”- Responde con ironía la jodía.

Vuelves derrotado a tu casa y en un ataque de nostalgia buscas en cajas que llevan veinte años sin abrir aquellas novelas con las que diste tus primeros pasos de lector. Y ciertamente, los tiempos han cambiado. Porque hoy resulta totalmente verosímil que un anillo domine la voluntad de toda la tierra media y que un ojo colorao envíe ejércitos de seres sobrenaturales a conquistarla pero en cambio, hasta a ti, que prácticamente viviste en primera persona las aventuras de los Gemelos o los Hollister, te resulta increíble que unos niñatos repipis casi hasta la repelencia resolvieran todos aquellos casos de contrabando, robos de joyas y demás artes choricísticas.

Aunque los que tuvieron que vivir, y me atrevería a decir que hasta a sufrir, en primera persona todo aquello fueron los ilustradores. Porque dibujar a los tres investigadores no sería excesivamente complicado, pero después vinieron los gemelos, que eran cuatro, y luego los Hollister que eran uno más, y los Cinco, y más tarde Los Seis Amigos, que además llevaban perro y para colmo Los Siete Secretos ¿cobrarían un plus por personaje añadido?. Supongo que las legiones de orcos que dibujan hoy en día son la evolución natural de esto: Muchos más pero más feos para ir más rápido. Es la época de la economía de medios.

Los que sí que lo tienen difícil con los bichejos de hoy en día son los autores y traductores, porque con los Hollister y demás llenaban la mitad de las páginas a base de epítetos épicos del tipo: Pam, la de las trenzas doradas o Ricky, el dulce muchachito de doce años. Pero claro ¿qué van a decir ahora? ¿Morglandorf, el de rostro purulento?

En fin, cada generación tiene lo suyo y yo me quedo con Jupiter Jones, Pete Crenshaw y Bob Andrews. No, tampoco estos son expresidentes de Estados Unidos.

Abuelito dime tu

Dice el refrán que sabe más el zorro por viejo que por zorro. Quizás por eso los abuelos tienen esa capacidad de influir en nuestra vida de manera sutil, casi sin que nos demos cuenta.

Recuerdo cuando era un niño que la gente me decía aquello de: ¿Y tú monín? ¿Qué quieres ser de mayor? – Y yo, que no soportaba el calificativo de monín, básicamente porque tenía unos soplillos que más que orejas eran antenas parabólicas y, ciertamente, me daban un aire de pequeño primate, respondía con ironía: ¿Pues qué voy a querer ser? Alto y guapo como usted.

Entonces mi padre, con toda su buena fe, trataba de enmendar mi afrenta dando él la respuesta que consideraba adecuada: Notario, este tiene que ser notario, porque aunque es un poco vago el jodío, sirve para estudiar y los notarios ganan mucho.

Mi abuelo Juanito se reía y no decía nada al respecto. Se limitaba a contarme historias y más historias. Hoy no soy alto ni guapo, ni mucho menos notario, pero sigo necesitando que me cuenten historias, y puede que sea por eso por lo que soy un lector compulsivo.

Y resulta que leo obras de escritores a los que sus abuelos influenciaron de una manera parecida a la mía. Ramiro Pinilla contaba, a sus 84 años y con un destello en los ojos, que en su entorno, cuando era joven, estaba mal visto eso de ser escritor y que la única que le animaba a ello era su abuela. La mujer, casi ciega y sorda, cuando percibió que su nieto le acercaba la primera cuartilla que había escrito, aunque no podía leerla, pegó un salto de su silla y gritó eufórica: Tenemos un escritor en la familia.

Almudena Grandes se llevó un berrinche cuando en vez del vestido de bailarina que quería como regalo por su primera comunión, su abuelo apareció con una edición infantil de la Odisea de Homero. Le dio tanta rabia que el libro estuvo aparcado en una estantería durante algunos años hasta que un buen día, casi sin ton ni son, le apeteció hojearlo. Hoy la escritora madrileña afirma sin dudar que fue el primer libro importante en su vida y que marcó su futura vocación. Y, por cierto, la figura del abuelo, de una forma u otra, sale en todas sus novelas... por algo será.

Nicolás Márquez fue coronel en la guerra de los Mil Días y una de las personas que más influyó en la vida de su nieto Gabriel García Márquez. Las historias que le contó durante la infancia contribuyeron decisivamente a formar el imaginario del autor de “Cien años de soledad”.

Ya veis, queridos niños, los abuelos no son sólo una versión de nuestros padres que ha estado unas horas a remojo y que siempre llevan monedas sueltas y caramelos de menta en los bolsillos. Los abuelos, además, tienen una capacidad especial para conectar con los nietos, especialmente si estos, como era mi caso, tienen unos pabellones auriculares perfectamente habilitados para recibir sus historias, Radio exterior de España y la MTV checa. Ole por los abuelos.