Juventud, divino tesoro
Hay muchos motivos por los que uno descubre que se ha hecho mayor: De repente un día te ves incapaz de entender la mecánica de los juegos de los chavales, te das cuenta de que los cantantes de tu generación van todos rapados para disimular la alopecia, no sabes diferenciar el baile de moda de un ataque epiléptico y ya sólo puedes emplear la tarjeta joven para quitar el hielo del parabrisas de tu coche.
Pero el abismo entre la juventud y tú se hace aún más patente cuando se te ocurre ir a comprar un libro para un sobrino preadolescente y ves que la sección de literatura juvenil es una galería de orcos, dragones, elfos, enanos con hachas, hechiceros y demonios cabreados. Que por cierto son todos de una belleza tal que a su lado, el troll mocoso de David el Gnomo parecería Tom Cruise.
Entonces oyes a una señora que pregunta: “¿Oye, bonita, de los Hollister no tenéis nada?” Y la cara de poker con piercings de la dependienta te vuelve a recordar que te has hecho mayor. “Pruebe en la sección de biografías de políticos Estadounidenses” Dice la muchacha. “No niña” – Interrumpes a la criatura - “Los Hollister, los Gemelos, Los cinco, Los tres investigadores, Los siete secretos... ¿Dónde han ido a parar?” “¿A Benidorm con el Inserso?”- Responde con ironía la jodía.
Vuelves derrotado a tu casa y en un ataque de nostalgia buscas en cajas que llevan veinte años sin abrir aquellas novelas con las que diste tus primeros pasos de lector. Y ciertamente, los tiempos han cambiado. Porque hoy resulta totalmente verosímil que un anillo domine la voluntad de toda la tierra media y que un ojo colorao envíe ejércitos de seres sobrenaturales a conquistarla pero en cambio, hasta a ti, que prácticamente viviste en primera persona las aventuras de los Gemelos o los Hollister, te resulta increíble que unos niñatos repipis casi hasta la repelencia resolvieran todos aquellos casos de contrabando, robos de joyas y demás artes choricísticas.
Aunque los que tuvieron que vivir, y me atrevería a decir que hasta a sufrir, en primera persona todo aquello fueron los ilustradores. Porque dibujar a los tres investigadores no sería excesivamente complicado, pero después vinieron los gemelos, que eran cuatro, y luego los Hollister que eran uno más, y los Cinco, y más tarde Los Seis Amigos, que además llevaban perro y para colmo Los Siete Secretos ¿cobrarían un plus por personaje añadido?. Supongo que las legiones de orcos que dibujan hoy en día son la evolución natural de esto: Muchos más pero más feos para ir más rápido. Es la época de la economía de medios.
Los que sí que lo tienen difícil con los bichejos de hoy en día son los autores y traductores, porque con los Hollister y demás llenaban la mitad de las páginas a base de epítetos épicos del tipo: Pam, la de las trenzas doradas o Ricky, el dulce muchachito de doce años. Pero claro ¿qué van a decir ahora? ¿Morglandorf, el de rostro purulento?
En fin, cada generación tiene lo suyo y yo me quedo con Jupiter Jones, Pete Crenshaw y Bob Andrews. No, tampoco estos son expresidentes de Estados Unidos.
Pero el abismo entre la juventud y tú se hace aún más patente cuando se te ocurre ir a comprar un libro para un sobrino preadolescente y ves que la sección de literatura juvenil es una galería de orcos, dragones, elfos, enanos con hachas, hechiceros y demonios cabreados. Que por cierto son todos de una belleza tal que a su lado, el troll mocoso de David el Gnomo parecería Tom Cruise.
Entonces oyes a una señora que pregunta: “¿Oye, bonita, de los Hollister no tenéis nada?” Y la cara de poker con piercings de la dependienta te vuelve a recordar que te has hecho mayor. “Pruebe en la sección de biografías de políticos Estadounidenses” Dice la muchacha. “No niña” – Interrumpes a la criatura - “Los Hollister, los Gemelos, Los cinco, Los tres investigadores, Los siete secretos... ¿Dónde han ido a parar?” “¿A Benidorm con el Inserso?”- Responde con ironía la jodía.
Vuelves derrotado a tu casa y en un ataque de nostalgia buscas en cajas que llevan veinte años sin abrir aquellas novelas con las que diste tus primeros pasos de lector. Y ciertamente, los tiempos han cambiado. Porque hoy resulta totalmente verosímil que un anillo domine la voluntad de toda la tierra media y que un ojo colorao envíe ejércitos de seres sobrenaturales a conquistarla pero en cambio, hasta a ti, que prácticamente viviste en primera persona las aventuras de los Gemelos o los Hollister, te resulta increíble que unos niñatos repipis casi hasta la repelencia resolvieran todos aquellos casos de contrabando, robos de joyas y demás artes choricísticas.
Aunque los que tuvieron que vivir, y me atrevería a decir que hasta a sufrir, en primera persona todo aquello fueron los ilustradores. Porque dibujar a los tres investigadores no sería excesivamente complicado, pero después vinieron los gemelos, que eran cuatro, y luego los Hollister que eran uno más, y los Cinco, y más tarde Los Seis Amigos, que además llevaban perro y para colmo Los Siete Secretos ¿cobrarían un plus por personaje añadido?. Supongo que las legiones de orcos que dibujan hoy en día son la evolución natural de esto: Muchos más pero más feos para ir más rápido. Es la época de la economía de medios.
Los que sí que lo tienen difícil con los bichejos de hoy en día son los autores y traductores, porque con los Hollister y demás llenaban la mitad de las páginas a base de epítetos épicos del tipo: Pam, la de las trenzas doradas o Ricky, el dulce muchachito de doce años. Pero claro ¿qué van a decir ahora? ¿Morglandorf, el de rostro purulento?
En fin, cada generación tiene lo suyo y yo me quedo con Jupiter Jones, Pete Crenshaw y Bob Andrews. No, tampoco estos son expresidentes de Estados Unidos.
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