La mirada atónita

de la sección del mismo nombre en el programa Punt de Llibre de Radio Barcelona
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miércoles, mayo 02, 2007

Abuelito dime tu

Dice el refrán que sabe más el zorro por viejo que por zorro. Quizás por eso los abuelos tienen esa capacidad de influir en nuestra vida de manera sutil, casi sin que nos demos cuenta.

Recuerdo cuando era un niño que la gente me decía aquello de: ¿Y tú monín? ¿Qué quieres ser de mayor? – Y yo, que no soportaba el calificativo de monín, básicamente porque tenía unos soplillos que más que orejas eran antenas parabólicas y, ciertamente, me daban un aire de pequeño primate, respondía con ironía: ¿Pues qué voy a querer ser? Alto y guapo como usted.

Entonces mi padre, con toda su buena fe, trataba de enmendar mi afrenta dando él la respuesta que consideraba adecuada: Notario, este tiene que ser notario, porque aunque es un poco vago el jodío, sirve para estudiar y los notarios ganan mucho.

Mi abuelo Juanito se reía y no decía nada al respecto. Se limitaba a contarme historias y más historias. Hoy no soy alto ni guapo, ni mucho menos notario, pero sigo necesitando que me cuenten historias, y puede que sea por eso por lo que soy un lector compulsivo.

Y resulta que leo obras de escritores a los que sus abuelos influenciaron de una manera parecida a la mía. Ramiro Pinilla contaba, a sus 84 años y con un destello en los ojos, que en su entorno, cuando era joven, estaba mal visto eso de ser escritor y que la única que le animaba a ello era su abuela. La mujer, casi ciega y sorda, cuando percibió que su nieto le acercaba la primera cuartilla que había escrito, aunque no podía leerla, pegó un salto de su silla y gritó eufórica: Tenemos un escritor en la familia.

Almudena Grandes se llevó un berrinche cuando en vez del vestido de bailarina que quería como regalo por su primera comunión, su abuelo apareció con una edición infantil de la Odisea de Homero. Le dio tanta rabia que el libro estuvo aparcado en una estantería durante algunos años hasta que un buen día, casi sin ton ni son, le apeteció hojearlo. Hoy la escritora madrileña afirma sin dudar que fue el primer libro importante en su vida y que marcó su futura vocación. Y, por cierto, la figura del abuelo, de una forma u otra, sale en todas sus novelas... por algo será.

Nicolás Márquez fue coronel en la guerra de los Mil Días y una de las personas que más influyó en la vida de su nieto Gabriel García Márquez. Las historias que le contó durante la infancia contribuyeron decisivamente a formar el imaginario del autor de “Cien años de soledad”.

Ya veis, queridos niños, los abuelos no son sólo una versión de nuestros padres que ha estado unas horas a remojo y que siempre llevan monedas sueltas y caramelos de menta en los bolsillos. Los abuelos, además, tienen una capacidad especial para conectar con los nietos, especialmente si estos, como era mi caso, tienen unos pabellones auriculares perfectamente habilitados para recibir sus historias, Radio exterior de España y la MTV checa. Ole por los abuelos.