La mirada atónita

de la sección del mismo nombre en el programa Punt de Llibre de Radio Barcelona
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viernes, marzo 28, 2008

Cata literaria

Pues ya ven. Esta vocación de Indiana Jones que tiene uno sumada a la afición desmedida por la gastronomía me llevaron a no poder resistirme a aquel anuncio en el periódico de una “cata literaria” que se iba a celebrar, ¿dónde si no?, en Bilbao.

Llegué, casi cogido de la manita de mi amigo Larra, otro que se apunta a un bombardeo siempre que esté relacionado con alimentar el cuerpo y/o el alma, porque en el trayecto hasta el bar dónde se celebraba la cata fuimos especulando con la posibilidad de que se tratara de un cebo de alguna secta y que saliéramos de allí vestidos con una túnica naranja, con la cabeza rapada y cantando el aserejé... Y oigan, por un momento hasta se nos puso el culillo estrecho como dice Dolors Sans.

Pero el canguelo se nos fue rápido al comprobar que nada más lejos de la realidad. También descubrí, para mayor tranquilidad, que una “cata literaria” no consistía en degustar el lomo de los libros acompañado de una ensalada de papel vegetal, como me había insinuado algún que otro “amigo” . Así que disimuladamente dejé caer al suelo el puñadito de sal que me había llevado por lo que pudiera ser.

La cosa en verdad consistía en un juego intelecto-sensorial, o sea, como el Un, Dos, Tres pero más en familia. Había tres mesas y en cada una de ellas una serie de pistas que hacían referencia a una obra literaria. Había pistas visuales, a modo de jeroglífico o imágenes relacionadas con el texto o sus personajes. Había también pistas auditivas, o sea, un CD con canciones que tuvieran que ver con la narración en cuestión. Y había, como no, pistas gustativas. Así que imagínenme zampando yogur para llegar a la conclusión de que el autor era griego. Además de las pistas en cada mesa había dos sufridos voluntarios que respondían con un “si”, “no” o “carece de importancia” al tercer grado estilo “Dónde estás corazón” al que les sometíamos los participantes de la ginkana.

Terminada la fase "Hércules Poirot" y cuando las fieras nos amansamos y nos volvimos a sentar, los organizadores leyeron dos fragmentos de cada obra y nos pidieron que asociáramos cada texto a una palabra, una estación, una obra cinematográfica, una escultura o un cuadro... ¿Para qué? Para relacionar el libro con sensaciones más allá del yogur griego. Tomen nota los profes que nos escuchan, que sé que son muchos, porque es un método pedagógico de olé, que diría el candidato vizcaíno a Eurovisión.

Al final, claro está, revelaron los nombres de las tres obras y tengo que decir que me siento orgulloso de... de tener amigos tan cultos porque yo no acerté ni una, pero Larra que además de tener ilustre apellido literario es un tío "estudiao" adivinó dos de las tres.

Pero bueno, como repitió hasta la saciedad la jefa de todo aquello, lo importante no era saberse la obra sino salir de allí sabiendo relacionar perfectamente tres obras literarias con su temática, su contexto histórico y el de su autor. Y doy fe de que lo consiguieron.

Ah, no he dicho que el mérito de todo esto fue del “Taller de escritura Alfa” de Bilbao. Al Cesar lo que es del Cesar...

Pues nada, voy a ver si encuentro el libro de 1080 recetas de Simone Ortega que aún no me he puesto la comida.