ZAFÓN SE ZAFA Y YO NO
Estoy desolado. Acabo de descubrir que hay un abismo entre Carlos Ruiz Zafón y yo. Siempre he creído que éramos almas gemelas: Compartimos nombre, alopecia, dioptrías, complexión atlética con pecho caído, él tiene millones de lectores, yo, por la ley d’hont y en proporción, más o menos el mismo número de oyentes, uno arriba uno abajo...
Pero hay algo que nos separa y que hace que le envidie como a nadie en el mundo... Él lleva seis años escribiendo su próxima novela, a su ritmo, y a pesar de que sus seguidores llevan todo ese tiempo tan ansiosos que se han comido las uñas hasta los nudillos, nadie le dice ni pío.
En cambio, en cuanto yo me retraso un poco en escribir esta sección mi teléfono empieza a sonar de tal manera que acaba poniéndose hasta colorado de no poder respirar. La última vez que tardé un poco en descolgarlo iba ya por un tono azul pitufo más que preocupante. Y claro, una vez que descuelgas es peor, porque ustedes están acostumbrados a oír la dulce y encantadora voz de la directora de este programa pero no saben lo que acongoja en versión niña del exorcista.
Y eso por un retraso de diez minutillos... bueno, quien dice diez minutos dice un par de días que tampoco me he puesto nunca a cronometrar mis retrasos. Pero vaya, que si Ruiz Zafón fuera colaborador de este programa había escrito ya tres trilogías de la Sombra del Viento y dos versiones extendidas de Lo que el viento se llevó.
Otra cosa que me llama la atención es que mi tocayo se niegue a desvelar ni una línea del argumento de su novela. Dice que ni su editor sabe ni siquiera el título y mucho menos nada de la trama. Yo eso lo he intentado también: "Es que es sorpresa" se me ocurrió decirle un día a la conductora de este vergel literario y radiofónico. Inocente de mí. Mis tiernos oídos se vieron invadidos por palabras con muchas erres que jamás antes habían escuchado. Eso sí, en diversos idiomas oficiales del estado, que para eso somos crisol de culturas.
Zafón se ha mudado tres veces de casa para hallar el lugar idóneo para crear. Y yo, mísero de mi, infelice, cada vez que he intentado disculpar mi falta de creatividad alegando que el entorno no era adecuado he tenido que escuchar un: "Ni te muevas de ahí hasta que termines". Igual que cuando me enfrentaba en mi infancia a un plato enorme de vainas, más conocidas en Cataluña como judías verdes.
Los genios como el autor de "La sombra del viento" escriben durante la noche. En esas horas mágicas en que las musas, los fantasmas y los dragones campan a sus anchas protegidos por la oscuridad. A él nunca le dirán eso de "Me lo tienes para las siete y no me rechistes que siempre me andas con zarandajas".
¿Por qué Zafón puede zafarse de esta manera y yo tengo que acabar con un juego de palabras tan patético porque se me acaba el tiempo?
Está claro que entre nosotros hay un abismo por todos esos motivos, pero sobre todo hay algo que nos diferencia definitivamente: ¡Que él nunca tendrá que buscar la palabra "zarandaja" en el diccionario!
Pero hay algo que nos separa y que hace que le envidie como a nadie en el mundo... Él lleva seis años escribiendo su próxima novela, a su ritmo, y a pesar de que sus seguidores llevan todo ese tiempo tan ansiosos que se han comido las uñas hasta los nudillos, nadie le dice ni pío.
En cambio, en cuanto yo me retraso un poco en escribir esta sección mi teléfono empieza a sonar de tal manera que acaba poniéndose hasta colorado de no poder respirar. La última vez que tardé un poco en descolgarlo iba ya por un tono azul pitufo más que preocupante. Y claro, una vez que descuelgas es peor, porque ustedes están acostumbrados a oír la dulce y encantadora voz de la directora de este programa pero no saben lo que acongoja en versión niña del exorcista.
Y eso por un retraso de diez minutillos... bueno, quien dice diez minutos dice un par de días que tampoco me he puesto nunca a cronometrar mis retrasos. Pero vaya, que si Ruiz Zafón fuera colaborador de este programa había escrito ya tres trilogías de la Sombra del Viento y dos versiones extendidas de Lo que el viento se llevó.
Otra cosa que me llama la atención es que mi tocayo se niegue a desvelar ni una línea del argumento de su novela. Dice que ni su editor sabe ni siquiera el título y mucho menos nada de la trama. Yo eso lo he intentado también: "Es que es sorpresa" se me ocurrió decirle un día a la conductora de este vergel literario y radiofónico. Inocente de mí. Mis tiernos oídos se vieron invadidos por palabras con muchas erres que jamás antes habían escuchado. Eso sí, en diversos idiomas oficiales del estado, que para eso somos crisol de culturas.
Zafón se ha mudado tres veces de casa para hallar el lugar idóneo para crear. Y yo, mísero de mi, infelice, cada vez que he intentado disculpar mi falta de creatividad alegando que el entorno no era adecuado he tenido que escuchar un: "Ni te muevas de ahí hasta que termines". Igual que cuando me enfrentaba en mi infancia a un plato enorme de vainas, más conocidas en Cataluña como judías verdes.
Los genios como el autor de "La sombra del viento" escriben durante la noche. En esas horas mágicas en que las musas, los fantasmas y los dragones campan a sus anchas protegidos por la oscuridad. A él nunca le dirán eso de "Me lo tienes para las siete y no me rechistes que siempre me andas con zarandajas".
¿Por qué Zafón puede zafarse de esta manera y yo tengo que acabar con un juego de palabras tan patético porque se me acaba el tiempo?
Está claro que entre nosotros hay un abismo por todos esos motivos, pero sobre todo hay algo que nos diferencia definitivamente: ¡Que él nunca tendrá que buscar la palabra "zarandaja" en el diccionario!
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