JUAN LARREA
No puedo evitarlo. Dos semanas sin hacer gala de bilbainismo son muchas semanas. Ya ven, la carne es débil y la cabra siempre tira al monte. Tanto que, si la dirección del programa me lo permite, he decidido crear una sección dentro de esta sección que va a llevar por título "barriendo para casa" y que da comienzo ahora mismo. Así que permítanme parafrasear ese clásico popular que dice aquello de: que no somos de aquí, que somos de Bilbao y por eso llevamos txapela a medio lao, dicho lo cual me calo la idem a la manera del botxo para hablarles de Juan Larrea, paisano de quien suscribe y genial poeta de principios del siglo pasado.
Larrea nació en la capital vizcaína en mil ochocientos noventa y cinco en una familia acomodada aunque con cuatro años le enviaron a Madrid. Allí le educó su tía Micaela hasta que cumplió los siete. La vuelta a casa le resultó traumática porque a diferencia de su tía, su madre no era dada a las muestras de cariño y vivía sumida en un ambiente extremadamente religioso.
Larrea siempre quiso volver a Madrid, tanto es así que al terminar el bachillerato trato de convencer a sus padres de que de repente le había entrado vocación de médico y claro, casualmente los estudios solo se podían cursar en la capital del reino. Pero se ve que la cosa no coló y tuvo que conformarse con estudiar Letras en la Universidad de Deusto.
Allí conoció a Gerardo Diego y así empezó una amistad que duraría toda la vida. De hecho hubo hasta quien pensó que Juan Larrea no existía, que era un pseudónimo de Gerardo Diego, porque quien presentaba los poemas del Bilbaino a las revistas para que fueran publicados era siempre el de santander. Para que luego digan que nos llevamos mal vascos y cántabros.
El caso es que Larrea existió, y vaya que si existió. Encontró su voz literaria Siguiendo los pasos de Vicente Huidobro, experimentó y desarrolló su estilo personal dentro de las vanguardias.
Como todo artista de los años veinte que se preciase vivió su particular aventura parisina. En la ciudad de la luz, precisamente, publicó su propia revista llamada "Favorables París Poema" con colaboraciones de unos cuantos amiguetes. A saber: Gerardo Diego y Huidobro, por supuesto, además de Juan Gris, Tristan Tzara, Cesar Vallejo o Pablo Neruda. Bueno, pues a pesar de tanto galáctico del arte solo publicaron dos números. Para que ahora digan que el mundo editorial está mal.
Pero lo más sorprendente es que este hombre que fue admirado por sus coetáneos, elogiado por los gurús de las tertulias literarias como Cansinos Assens y que influyó notablemente en poetas como Lorca, Alberti o Aleixandre, pasó al olvido de la noche a la mañana porque un buen día decidió dejar de escribir poesía. Se fue a hacer las américas y se dedicó a la investigación, a editar libros, publicar ensayos, dar clases y coleccionar arte inca.
Suerte que a un hispanista llamado Vitorio Bodini le dio por publicar en 1960 la única obra o la obra única, como ustedes prefieran, de Juan Larrea titulada Versión Celeste. Gracias a la cual, aquí un servidor de ustedes puede ir presumiendo de paisanaje.
Larrea nació en la capital vizcaína en mil ochocientos noventa y cinco en una familia acomodada aunque con cuatro años le enviaron a Madrid. Allí le educó su tía Micaela hasta que cumplió los siete. La vuelta a casa le resultó traumática porque a diferencia de su tía, su madre no era dada a las muestras de cariño y vivía sumida en un ambiente extremadamente religioso.
Larrea siempre quiso volver a Madrid, tanto es así que al terminar el bachillerato trato de convencer a sus padres de que de repente le había entrado vocación de médico y claro, casualmente los estudios solo se podían cursar en la capital del reino. Pero se ve que la cosa no coló y tuvo que conformarse con estudiar Letras en la Universidad de Deusto.
Allí conoció a Gerardo Diego y así empezó una amistad que duraría toda la vida. De hecho hubo hasta quien pensó que Juan Larrea no existía, que era un pseudónimo de Gerardo Diego, porque quien presentaba los poemas del Bilbaino a las revistas para que fueran publicados era siempre el de santander. Para que luego digan que nos llevamos mal vascos y cántabros.
El caso es que Larrea existió, y vaya que si existió. Encontró su voz literaria Siguiendo los pasos de Vicente Huidobro, experimentó y desarrolló su estilo personal dentro de las vanguardias.
Como todo artista de los años veinte que se preciase vivió su particular aventura parisina. En la ciudad de la luz, precisamente, publicó su propia revista llamada "Favorables París Poema" con colaboraciones de unos cuantos amiguetes. A saber: Gerardo Diego y Huidobro, por supuesto, además de Juan Gris, Tristan Tzara, Cesar Vallejo o Pablo Neruda. Bueno, pues a pesar de tanto galáctico del arte solo publicaron dos números. Para que ahora digan que el mundo editorial está mal.
Pero lo más sorprendente es que este hombre que fue admirado por sus coetáneos, elogiado por los gurús de las tertulias literarias como Cansinos Assens y que influyó notablemente en poetas como Lorca, Alberti o Aleixandre, pasó al olvido de la noche a la mañana porque un buen día decidió dejar de escribir poesía. Se fue a hacer las américas y se dedicó a la investigación, a editar libros, publicar ensayos, dar clases y coleccionar arte inca.
Suerte que a un hispanista llamado Vitorio Bodini le dio por publicar en 1960 la única obra o la obra única, como ustedes prefieran, de Juan Larrea titulada Versión Celeste. Gracias a la cual, aquí un servidor de ustedes puede ir presumiendo de paisanaje.
3 Comments:
At 11:51 a. m., PIZARR said…
Pues que verguenza mi querido amigo, tantos años acudiendo al edificio Juan Larrea, para realizar diversas gestiones y ni sabía ésta bilbaina, que el susodicho era poeta.
Doble delito cuando resulta que me encanta la poesia.
Como siempre me ocurre contigo cuando hablas de algun libro, ya sabes a donde me dirijo en unos minutos ¿ verdad ?.
Pues a comprarme la " Versión Celeste "
Un beso desde Bilbo
At 10:54 a. m., Anónimo said…
Yo creo que la dirección del programa le da a usted muestras constantes de tener cintura con respecto a su diatribas contra según que personajes y/o movimientos y confianza en su talento y buen criterio. De otra manera sería imposible que se se pusieran en antena comentarios y opiniones como las que usted emite de forma semanal para solaz de sus oyentes y ahora también, lectores.
Sigan ustedes -dirección y colaboradores- así, no cambien nunca.
Turó del Pollo (Puig Castellar)
At 6:56 p. m., Anónimo said…
Efusivos abrazos, Carlos, de parte de su colega de programa y ocios condales.
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