EL FINAL DEL VERANO
El final del verano llegó... Es momento de entonarle la vieja canción del dúo dinámico a uno de los estíos más extraños que recuerda aquí el que suscribe. Cada mañana nos desayunabamos con una historia aún más increíble que la del día anterior: Apareció en Austria una chica que llevaba diez años secuestrada, lo mismo ocurrió con unos pescadores mexicanos que llevaban nueve meses desaparecidos, ¿y qué me dicen del asunto de la Duquesa de Alba y sus cuarenta maletas?... Ah y lo más surrealista de todo... ¡La selección española ha ganado algo y además de calle! Ni más ni menos que todo un mundial de baloncesto.
Pero no se piensen que en lo literario la cosa ha sido más relajada. Günter Grass, por ejemplo, ha estado compitiendo con los protagonistas del Tomate por el premio "destapa lo más siniestro de tu propio pasado". Un premio que el Nobel alemán ha ganado de largo porque haber pertenecido a las Waffen-SS es, de momento, bastante más espeluznante que acostarse con una Sex Bomb. La que ha liado el señor con eso de ponerse a pelar la cebolla.
Y este mismo verano me he enterado yo, aunque la cosa lleva tiempo gestándose, que Don Quijote se nos ha metido a astronauta. Resulta que la Agencia Espacial Europea está financiando un proyecto de una compañía española que consiste en desviar asteroides para evitar que choquen contra la tierra, o sea, despejar meteoritos cual portero de fútbol espacial o si me apuran cual portavoz del gobierno cualquiera. El caso es que el proyecto se llama Don Quijote y consta de dos sondas. La primera, denominada Sancho, mide las dimensiones del objetivo y determina el lugar del impacto y la trayectoria, vamos, que es la que dice si lo que tienen en frente es un gigante o un molino. La segunda sonda, bautizada como Hidalgo, sale al galope lanza en ristre a derrotar al enemigo y supongo que a hacerle jurar que no hay dama como la simpar Dulcinea del Toboso.
Otro de los grandes momentos que me ha deparado este verano sin desperdicio ha sido el estreno de la película de Alatriste. Hordas de fans tomaron la Gran Vía madrileña para ver a sus ídolos en vivo. Miles de voces aclamaron a Vigo Mortensen, Elena Anaya, Eduardo Noriega, Javier Cámara, Blanca Portillo y el resto del elenco del film. Pero lo que me llenó de orgullo y satisfacción, como diría el rey en nochebuena, fue ver a un grupito de jóvenes poetas recitar al únisono un cuarteto de construcción AABB con rima asonante que decía: "Reverte, Reverte, Reverte es cojonudo, como Reverte no hay ninguno". ¡Por fin un escritor aclamado como una estrella del RockandRoll o del balompié! ¡Desde los tiempos de Blasco Ibáñez que no pasaba esto!
En lo personal, permítanme decirles que ha sido un verano de pequeños placeres; Según la báscula de mi cuarto de baño tres kilos de los placeres que engordan y otro tanto de los que no, entre los que se encuentra haber descubierto la poesía de Juan Larrea, la princesa manca de Martín Garzo o El Orden alfabético de Juan José Millás.
Pero sobre todo guardo una sensación muy especial de un día de Julio en el que un amigo me dejó colarme en su sancta sanctorum literario en el momento en el que los libros creen que nadie les observa. Pero eso, como diría Conan, es otra historia y prometo contársela la semana que viene.
Pero no se piensen que en lo literario la cosa ha sido más relajada. Günter Grass, por ejemplo, ha estado compitiendo con los protagonistas del Tomate por el premio "destapa lo más siniestro de tu propio pasado". Un premio que el Nobel alemán ha ganado de largo porque haber pertenecido a las Waffen-SS es, de momento, bastante más espeluznante que acostarse con una Sex Bomb. La que ha liado el señor con eso de ponerse a pelar la cebolla.
Y este mismo verano me he enterado yo, aunque la cosa lleva tiempo gestándose, que Don Quijote se nos ha metido a astronauta. Resulta que la Agencia Espacial Europea está financiando un proyecto de una compañía española que consiste en desviar asteroides para evitar que choquen contra la tierra, o sea, despejar meteoritos cual portero de fútbol espacial o si me apuran cual portavoz del gobierno cualquiera. El caso es que el proyecto se llama Don Quijote y consta de dos sondas. La primera, denominada Sancho, mide las dimensiones del objetivo y determina el lugar del impacto y la trayectoria, vamos, que es la que dice si lo que tienen en frente es un gigante o un molino. La segunda sonda, bautizada como Hidalgo, sale al galope lanza en ristre a derrotar al enemigo y supongo que a hacerle jurar que no hay dama como la simpar Dulcinea del Toboso.
Otro de los grandes momentos que me ha deparado este verano sin desperdicio ha sido el estreno de la película de Alatriste. Hordas de fans tomaron la Gran Vía madrileña para ver a sus ídolos en vivo. Miles de voces aclamaron a Vigo Mortensen, Elena Anaya, Eduardo Noriega, Javier Cámara, Blanca Portillo y el resto del elenco del film. Pero lo que me llenó de orgullo y satisfacción, como diría el rey en nochebuena, fue ver a un grupito de jóvenes poetas recitar al únisono un cuarteto de construcción AABB con rima asonante que decía: "Reverte, Reverte, Reverte es cojonudo, como Reverte no hay ninguno". ¡Por fin un escritor aclamado como una estrella del RockandRoll o del balompié! ¡Desde los tiempos de Blasco Ibáñez que no pasaba esto!
En lo personal, permítanme decirles que ha sido un verano de pequeños placeres; Según la báscula de mi cuarto de baño tres kilos de los placeres que engordan y otro tanto de los que no, entre los que se encuentra haber descubierto la poesía de Juan Larrea, la princesa manca de Martín Garzo o El Orden alfabético de Juan José Millás.
Pero sobre todo guardo una sensación muy especial de un día de Julio en el que un amigo me dejó colarme en su sancta sanctorum literario en el momento en el que los libros creen que nadie les observa. Pero eso, como diría Conan, es otra historia y prometo contársela la semana que viene.
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