EL TEATRO DE LA VIDA EN FASCÍCULOS
¿Qué es lo mejor de que llegue septiembre? ¿Que se reduzca el riesgo de que las ensaladillas rusas provoquen salmonelosis? No ¿Que falten 10 meses para que vuelvan a llamarnos raros a los que nos da dentera la arena de la playa? Tampoco. ¿Que los hijos del vecino vuelvan al cole y dejen de tirarnos globos llenos de agua desde el balcón todas las mañanas? Podría ser pero no...
Lo mejor de Septiembre es la avalancha de fascículos coleccionables que inundan los kioscos. Es el mes en el que uno ve la posibilidad de cumplir todos sus sueños por 9,99 cada quince días. Porque ¿quién no ha anhelado nunca construirse su propia casa mediterránea en miniatura, o llenar las estanterías de bomberos del mundo, o mejor aún, construirse su propio robot para que le traiga el desayuno a la cama? Bueno, pues eso es posible en sesenta y dos entregas. El problema es que mientras coleccionamos nos hacemos mayores y para la tercera entrega a uno el camino del kiosco le resulta demasiado largo y escarpado.
Además ahora con esto de Internet y las nuevas tecnologías escribes en el Google "robot desayuno y cama" y en un plis-plas tienes ante ti las instrucciones para construirse un androide a medida con rollos gastados de papel higiénico y bastoncillos usados. Y aunque androide aparezca escrito con hache intercalada y el ingeniero que firma el proyecto se llame Muerte Roja te ahorras los viajes al kiosco y una pasta en piezas originales de la Nasa.
Lo malo que tiene Internet es que está acabando con las enciclopedias tradicionales con sus pastas y sus hojas y su letra impresa. Ahora las palabras no huelen a nada, como las flores de invernadero o las nubes del famoso anuncio, porque las enciclopedias se crean "on-line", o sea, que cada uno aporta lo que sabe a un "servidor" que viene a ser como una especie de almacén intangible que está en todas partes y a la vez en ninguna. Vamos, como Dios pero en versión informática.
Yo echo de menos las enciclopedias porque en ellas uno no tenía la sensación de que las cosas que aparecían era verdad. Lo que no quiere decir que siempre lo fueran. Y por lo que he dicho antes, porque las palabras tenían un olor y un peso y ocupaban un espacio. Ah ¿y qué decir de los vendedores de enciclopedias? Esa especie ya extinguida que se afanaba por intentar hacernos creer que todas las obras de su catálogo estaban supervisadas por Lázaro Carreter, incluidos los catorce tomos sobre "acupuntura tailandesa y su aplicación práctica en las enfermedades del Golden Retriever" o que insistían en que nos había tocado en un sorteo ante notario la mitad de una enciclopedia universal y que por una módica cantidad a pagar en quince años podríamos adquirir los volúmenes de la hache a la zeta que era lo que nos faltaba para completarla. Ahora que lo pienso, también era casualidad que todos los años nos tocara el mismo premio a todo el bloque de vecinos... Entre eso y las camisetas termolactiles, que también las ganábamos en todos los sorteos y sin echar papeletas, podríamos haber sido el vecindario más culto y abrigado del país.
Pero ya ven, las cosas cambian y siempre nos quedará aquello de que cualquier tiempo pasado... pasado está, porque mejor les aseguro que no fue. Por cierto, ¿de quien era esa cita? Voy a ver si lo encuentro en el Google.
Lo mejor de Septiembre es la avalancha de fascículos coleccionables que inundan los kioscos. Es el mes en el que uno ve la posibilidad de cumplir todos sus sueños por 9,99 cada quince días. Porque ¿quién no ha anhelado nunca construirse su propia casa mediterránea en miniatura, o llenar las estanterías de bomberos del mundo, o mejor aún, construirse su propio robot para que le traiga el desayuno a la cama? Bueno, pues eso es posible en sesenta y dos entregas. El problema es que mientras coleccionamos nos hacemos mayores y para la tercera entrega a uno el camino del kiosco le resulta demasiado largo y escarpado.
Además ahora con esto de Internet y las nuevas tecnologías escribes en el Google "robot desayuno y cama" y en un plis-plas tienes ante ti las instrucciones para construirse un androide a medida con rollos gastados de papel higiénico y bastoncillos usados. Y aunque androide aparezca escrito con hache intercalada y el ingeniero que firma el proyecto se llame Muerte Roja te ahorras los viajes al kiosco y una pasta en piezas originales de la Nasa.
Lo malo que tiene Internet es que está acabando con las enciclopedias tradicionales con sus pastas y sus hojas y su letra impresa. Ahora las palabras no huelen a nada, como las flores de invernadero o las nubes del famoso anuncio, porque las enciclopedias se crean "on-line", o sea, que cada uno aporta lo que sabe a un "servidor" que viene a ser como una especie de almacén intangible que está en todas partes y a la vez en ninguna. Vamos, como Dios pero en versión informática.
Yo echo de menos las enciclopedias porque en ellas uno no tenía la sensación de que las cosas que aparecían era verdad. Lo que no quiere decir que siempre lo fueran. Y por lo que he dicho antes, porque las palabras tenían un olor y un peso y ocupaban un espacio. Ah ¿y qué decir de los vendedores de enciclopedias? Esa especie ya extinguida que se afanaba por intentar hacernos creer que todas las obras de su catálogo estaban supervisadas por Lázaro Carreter, incluidos los catorce tomos sobre "acupuntura tailandesa y su aplicación práctica en las enfermedades del Golden Retriever" o que insistían en que nos había tocado en un sorteo ante notario la mitad de una enciclopedia universal y que por una módica cantidad a pagar en quince años podríamos adquirir los volúmenes de la hache a la zeta que era lo que nos faltaba para completarla. Ahora que lo pienso, también era casualidad que todos los años nos tocara el mismo premio a todo el bloque de vecinos... Entre eso y las camisetas termolactiles, que también las ganábamos en todos los sorteos y sin echar papeletas, podríamos haber sido el vecindario más culto y abrigado del país.
Pero ya ven, las cosas cambian y siempre nos quedará aquello de que cualquier tiempo pasado... pasado está, porque mejor les aseguro que no fue. Por cierto, ¿de quien era esa cita? Voy a ver si lo encuentro en el Google.
1 Comments:
At 1:12 p. m., Anónimo said…
Lo mejor de que llegue Septiembre es tener el placer de volverle a oir a usted en la radio.
Y sí, esto de blanco sobre negro es una perversión absoluta de las leyes de la naturaleza. Sobretodo para quienes padecemos astigmatismo.
Saludos cordiales!
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