NEGRA Y CRIMINAL
Era un día de julio. Uno de esos en los que el calor te persigue por toda la ciudad como una medusa. Había quedado alrededor de la una en la Barceloneta. Llegué a las doce en punto. "Raro en mí"- Pensé- " tal vez esta nueva temporada empiece a adquirir buenas costumbres"...
Una hora era demasiado tiempo para regalarle al sol. Así que decidí entrar en el Museu d’Història de Catalunya antes de que me devorase aquel buitre disfrazado de astro. Varias exposiciones sobre la guerra civil me sumergieron en el horror de la lucha fratricida, en la insensatez de la muerte evitable. Recuerdo especialmente un pie de foto. Hablaba de cerca de doscientos muertos en tiroteos entre anarquistas y comunistas en la plaza de Sant Jaume mientras esperaban el ataque de los rebeldes. Aquella imagen de adoquines levantados, barricadas y hombres muertos; y aquel breve texto resumían tan bien la esencia del ser humano...
Sonó mi teléfono. Era la una y cinco. Salí del Museu y caminé hacia la Calle de la Sal apabullado por el calor y por la historia. Me encontré con los amigos con los que había quedado y nos dirigimos hacia un enorme portón de madera. Llamamos y la puerta se entreabrió como si se tratara de la de una logia masónica y nos fueran a pedir el santo y seña. Pero no fue así. Al reconocernos, Paco Camarasa salió a saludarnos con la amabilidad y la simpatía que le caracterizan. Con un gesto nos pidió que pasáramos, abrió del todo la puerta y descubrió ante mis ojos el pequeño gran templo del que es guardián: La librería Negra y Criminal.
Nos movimos por el interior con el sigilo de un ladrón... de guante blanco, por supuesto. Los libros, desiguales, en un armonioso caos, dormitaban en las estanterías, y en ellos Poirot, Spade, Marlowe y los demás dormitaban también en espera de que un lector les iniciara en un nuevo caso. En un lateral un vano ciego en forma de pequeña capilla reunía versiones en distintos idiomas de "El halcón maltés" y, en el centro, una réplica en madera de la figura que da título a la novela de Hammet invitaba a la reverencia, cuando menos. "Es curioso"- barrunté- "pero no hay un sitio más indicado para rendir culto al Halcón Maltés que este, en mitad de la Calle de la Sal de Barcelona porque allá por 1848 un bloqueo del ejército carlista impedía la entrada de sal en la ciudad y, precisamente, fue un barco llamado "El Halcón Maltés" el primero en llegar desde las islas Pitiusas con un cargamento de cloruro sódico atendiendo al desafío planteado por un empresario barcelonés."
De vuelta de mis pensamientos a la librería, miré al suelo y a través de una rejilla vi la silueta de un cadáver dibujada con tiza en la bodega. Miré a Paco sorprendido y él, con sonrisa de niño travieso, me guió por el resto de los secretos de su pequeño santuario, al que no le falta ni una cocina en la que Montse Clavé, la otra guardiana y autora, además, de un manual práctico de gastronomía negrocriminal, prepara unos mejillones que ya tienen fama internacional. Negra y criminal es un club selecto de libros que exige a sus miembros de papel un único pero importante requisito: Que haya un cadáver en sus páginas.
Salí de allí con la promesa y la firme intención de volver en cuanto pueda. El sol devolvió a mi cuerpo a la realidad de un mazazo. Mientras me alejaba iba pensando en la exposición sobre la guerra civil: un compendio de muerte injusta, innecesaria y estúpida... y con aquello se mezclaba lo que acababa de ver en Negra y Criminal: un lugar en el que los cadáveres, los detectives duros y las chicas malas se forjan, única y exclusivamente, del material del que se fabrican los sueños. Tal y como debería de ser siempre.
Una hora era demasiado tiempo para regalarle al sol. Así que decidí entrar en el Museu d’Història de Catalunya antes de que me devorase aquel buitre disfrazado de astro. Varias exposiciones sobre la guerra civil me sumergieron en el horror de la lucha fratricida, en la insensatez de la muerte evitable. Recuerdo especialmente un pie de foto. Hablaba de cerca de doscientos muertos en tiroteos entre anarquistas y comunistas en la plaza de Sant Jaume mientras esperaban el ataque de los rebeldes. Aquella imagen de adoquines levantados, barricadas y hombres muertos; y aquel breve texto resumían tan bien la esencia del ser humano...
Sonó mi teléfono. Era la una y cinco. Salí del Museu y caminé hacia la Calle de la Sal apabullado por el calor y por la historia. Me encontré con los amigos con los que había quedado y nos dirigimos hacia un enorme portón de madera. Llamamos y la puerta se entreabrió como si se tratara de la de una logia masónica y nos fueran a pedir el santo y seña. Pero no fue así. Al reconocernos, Paco Camarasa salió a saludarnos con la amabilidad y la simpatía que le caracterizan. Con un gesto nos pidió que pasáramos, abrió del todo la puerta y descubrió ante mis ojos el pequeño gran templo del que es guardián: La librería Negra y Criminal.
Nos movimos por el interior con el sigilo de un ladrón... de guante blanco, por supuesto. Los libros, desiguales, en un armonioso caos, dormitaban en las estanterías, y en ellos Poirot, Spade, Marlowe y los demás dormitaban también en espera de que un lector les iniciara en un nuevo caso. En un lateral un vano ciego en forma de pequeña capilla reunía versiones en distintos idiomas de "El halcón maltés" y, en el centro, una réplica en madera de la figura que da título a la novela de Hammet invitaba a la reverencia, cuando menos. "Es curioso"- barrunté- "pero no hay un sitio más indicado para rendir culto al Halcón Maltés que este, en mitad de la Calle de la Sal de Barcelona porque allá por 1848 un bloqueo del ejército carlista impedía la entrada de sal en la ciudad y, precisamente, fue un barco llamado "El Halcón Maltés" el primero en llegar desde las islas Pitiusas con un cargamento de cloruro sódico atendiendo al desafío planteado por un empresario barcelonés."
De vuelta de mis pensamientos a la librería, miré al suelo y a través de una rejilla vi la silueta de un cadáver dibujada con tiza en la bodega. Miré a Paco sorprendido y él, con sonrisa de niño travieso, me guió por el resto de los secretos de su pequeño santuario, al que no le falta ni una cocina en la que Montse Clavé, la otra guardiana y autora, además, de un manual práctico de gastronomía negrocriminal, prepara unos mejillones que ya tienen fama internacional. Negra y criminal es un club selecto de libros que exige a sus miembros de papel un único pero importante requisito: Que haya un cadáver en sus páginas.
Salí de allí con la promesa y la firme intención de volver en cuanto pueda. El sol devolvió a mi cuerpo a la realidad de un mazazo. Mientras me alejaba iba pensando en la exposición sobre la guerra civil: un compendio de muerte injusta, innecesaria y estúpida... y con aquello se mezclaba lo que acababa de ver en Negra y Criminal: un lugar en el que los cadáveres, los detectives duros y las chicas malas se forjan, única y exclusivamente, del material del que se fabrican los sueños. Tal y como debería de ser siempre.
3 Comments:
At 1:50 a. m., Anónimo said…
Que quieres que te diga.........amigo YO........pues que nuevamente me parece genial lo que escribes. Sencillamente ME ENCANTA ........POR CIERTO ........no pone la fecha de cada relato ¿ o es que con ese fondo negro, yo no la veo ?
Una pregunta de ignorante en estos temas informáticos y de Internet ¿ cuanto tiempo estaran tus relatos colgados en esta pagina ? Lo digo porque quiero conservarlos y si es preciso los copio y archivo..UN BESITO
At 6:58 p. m., Carlos Blázquez said…
¡Así da gusto! Tengo el ego montando en globo. La fecha aparece encima de cada texto, lo que me estoy planteando es cambiar el color del fondo porque parece que no es el más adecuado. Respecto a la duración, creo que se guardan per secula seculorum o un poquito más.
At 11:23 p. m., Anónimo said…
Muy bien querido Sr.Bláquez... héme aquí leyendo sus líneas.
Muchos abrazos y besos, siga escribiendo.
Hasta entonces, Adeus.
Una Libélula.
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