La mirada atónita

de la sección del mismo nombre en el programa Punt de Llibre de Radio Barcelona
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domingo, octubre 07, 2007

Practicando el francés

Me he apuntado a un curso de francés en la Universidad a Distancia y de momento los resultados están siendo... digamos que peculiares. Simplemente comprar los libros ya fue raro, raro, raro, porque yo llegué con toda mi buena fe y mi absoluto desconocimiento de la lengua de Flaubert y le solté de carrerilla a la dependienta:

- Quisiera el manual de francés (leer tal cual) “Repetitión generalé, Metodé de fransé langué etrangeré en cuatre actés, primeré partié”.

Además yo todo orgulloso pensando que lo había dicho a las mil maravillas porque sabía que en francés se acentúa siempre la última sílaba. Pero la chica creo que pensó que le hablaba en alemán, porque me respondió:

- ¿Ein?

Así que le alargué el papelillo en el que lo llevaba escrito y entonces se ve que lo entendió mejor y dijo en un perfecto castellano:

- Ahhhhhhh

Después le pedí un diccionario Francés- Español / Español- Francés o viceversa, y me llevó hasta uno que según creía ella era el mejor. Ya lo será, ya, porque más que un diccionario parece un minipiso. Y encima, para quedar como un señor, cuando me dijo que se llamaba Diccionario General le respondí: Oiga, yo de momento me conformo con un cabo primero.
A la muchacha le hizo tanta gracia que miró el reloj y resopló. Y para rematar la conexión cósmica que se había creado entre nosotros le dije: ¿Esto te lo llevan a casa como en Ikea? Es que me he dejado el carretillo en el huerto.

Bueno, pues el caso es que ahora tengo una dependienta que me odia, un diccionario del tamaño de un armario ropero y un brazo más largo que el otro porque no... no hacen entregas a domicilio.

Eso sí, je parlé fransé fatalé todavié, porque claro, en estos cursos a distancia, lo que se dice hablar, no se habla mucho. Me había propuesto buscar a gente con quien poder conversar en el idioma de Marlene Morreau y así aprender a pronunciar correctamente, pero no me veo yo poniendo en el periódico un anuncio que diga “Necesito a alguien para practicar el francés” porque puede dar lugar a equívoco. Que ya me ha pasado a mí que respondí a uno de una señorita que decía practicar francés y griego y resultó no tener nada que ver con los idiomas. Si ya me pareció raro que se llamase Madame Afrodita. Pero pensé que sería una parisina excéntrica.

Hala, voy a seguir con lo mío a ver si aprendo a decir algo más que guayomini dua pua, teté de le course y cruasán a la plancha para ver si por fin puedo leer a Rimbaud, Baudelaire, Balzac o Voltaire en versión original.

Un barrio a medida

Ser escritor es, en términos informáticos, ser como Dios pero en versión de evaluación. Puedes hacer y deshacer a tu antojo pero no puedes guardar los cambios. No al menos para la vida real. ¿Qué no te gusta el universo? Pues creas tu propio universo. ¿Qué no te gusta el mundo? Pues te inventas uno como hizo Tolkien, o si lo prefieres te puedes inventar un país o una ciudad.

Por haber hay hasta quien se ha inventado su propio barrio con sus habitantes y todo. No sé si recordarán que aquí el pitoniso Lolo dijo hace unas semanas que el joven autor Gonzalo Tavares daría que hablar. Pues acaba de presentar la tercera entrega de una serie de novelas ilustradas llamada “El barrio”. Tavares, aunque nació en Angola es de Portugal, que es ese país que está pegado al nuestro y del que sólo nos acordamos en la Eurocopa de fútbol y en Eurovisión porque por muy mal que lo haga España siempre le da doce puntos.

Bueno, pues además de eso Portugal da grandes escritores y Tavares es uno de ellos. Así que se ha ganado el derecho a estar en este programa especial que estamos dedicando a la literatura lusa. Su compatriota José Saramago ha dicho de él algo tan hermoso como que se merece un puñetazo por escribir tan bien siendo tan joven. ¡Cuantos aspirantes a escritor sueñan todas las noches con un guantazo así de un premio Nobel!

Pero volvamos a nuestros orígenes, o sea, al barrio. Resulta que a Tavares le ha dado por la especulación inmobiliario-literaria y se ha montado una urbanización de casitas con tejados a dos aguas y con una altura máxima de cuatro pisos y la ha llenado de heterónimos. No, no se trata de un barrio de chueca a la portuguesa, que lo de la heteronimia esta no es ninguna tendencia sexual. Lo que ha hecho es inventarse personajes que se llaman como escritores y artistas y los ha puesto a vivir allí. Si mis cuentas no fallan 39 habitantes que tendrán que dar como resultado 39 obras, así que ya tiene trabajo para una temporada el muchacho, teniendo en cuenta que en España de momento sólo se han publicado tres.

Lo mejor de todo, con el plano del barrio en la mano, y viendo cómo está repartido, es imaginar la convivencia de los personajes. En el edificio más alto habitan el señor Joyce, el señor Kafka, el señor Mishima, el señor Bretón, el señor Christian Andersen, y el señor Lorca. ¿Se imaginan a Joyce o a Lorca haciendo de Juan Cuesta como presidente de la comunidad? ¿O a Mishima protestándole a Kafka porque tiene una plaga de cucarachas que sospecha que proviene de su piso?... Otros como Borges, Proust o Brecht viven solos, lo que les evitará quebraderos de cabeza con las goteras y con los vecinos aficionados al bricolaje. En el bloque en el que se van a pasar el día de obras es en el de Warhol, Duchamp, Corbusier, Lloyd Wright y Bausch. Que si voy a pintar el zócalo de rosa dadaísta, que si este trastero necesita una reforma estructural... que si tiene que ser más diáfano... A mí me da que estos no van a acabar bien. Pero voy a dejar de inventar historias que no soy yo el que se ha comprometido a ello en este caso. Así que señor Tavares, esperamos ansiosos sus próximas entregas. Yo de momento y para abrir boca a aquellos que no conozcan su obra voy a leer el primer párrafo del primer capítulo del primer libro de la saga. El dedicado al Señor Valery que dice así:

El señor Valéry era pequeñito pero brincaba mucho.
Él decía:
- Soy como las personas altas, solo que por menos tiempo.

Deporte con mucho porte

Si por algo he destacado siempre es por ser un gran deportista. De niño jugué a futbito durante un par de años y fui titular indiscutible de banquillo. De adolescente, como el puesto de calientabanquillos no me garantizaba un futuro en el mundo del deporte, cambié el futbito por el futbolín, una actividad que no puedo entender que no sea olímpica, sobre todo viendo que el salto de altura lo es. Uno puede ganar medallas por lanzarse por encima de un simple listón y en cambio, por algo mucho más complicado como saltar(se) un montón de clases de dibujo para jugar al futbolín a mí sólo me daban pescozones. Después lo intenté con el curling, ese deporte que es como la petanca sobre hielo. Consiste básicamente en que una persona lanza un disco hacia una diana pintada en el suelo y otras dos van barriendo por delante de él para que deslice bien. Yo siempre me imaginaba ataviado con los colores patrios en las Olimpiadas diciendo: ¡He llegado aquí porque soy el que mejor barre de mi país!... Pero por desgracia me tuve que retirar antes de tiempo; No ganaba para descongestionantes nasales. De todos modos, aún hoy sigo siendo todo un atleta en otra disciplina. Soy el rey de los dos kilómetros marcha de la “ruta del colesterol” de mi pueblo. Nadie consigue adelantarme y eso que compito con gente muy experimentada... al menos en la vida... de hecho el más joven de mis rivales tiene 75 años. Y qué guapos que vamos todos con nuestro chandal por la orilla del río, que parece que nos hemos escapado de una copla de Martirio.

Lo que me extraña es que siendo, como soy, un monstruo del deporte, el autor salmantino Juan Antonio González Iglesias no me haya dedicado todavía un poema. ¿Qué tiene la selección española de gimnasia que no tenga yo? ¿Por qué un poema a un lanzador de martillo chino y no a mí? Espero, señor González Iglesias que me tenga usted en cuenta en su próximo poemario sobre deportistas, porque vale, no es que yo sea el atleta que más trofeos aglutine en mis vitrinas, pero ¿y mi pose y mi perfil de Adonis? ¿Eso no cuenta? Pues oiga, la Kournikova gana los mismo torneos que yo y ahí la tiene.

Por lo que no estoy dispuesto a pasar es por lo que pasó Platko, el portero húngaro del Barcelona que en 1928 jugó la final de Copa contra la Real Sociedad. Es cierto que acabó inmortalizado por Rafael Alberti en su “Oda a Platko” pero le costó seis puntos de sutura de un patadón en la cabeza que le propinó Cholín, un delantero txuriurdin que al parecer no supo distinguir el balón de la sesera del guardameta (No diré nada al respecto que luego me acusan de Bilbainismo). La heroica vuelta al terreno de juego de Platko con la cabeza vendada fue lo que inspiró al autor de “Marinero en tierra”.

También Vicente Aleixandre dedicó un poema al patinaje pero no me veo yo haciendo ochos sobre unas ruedecillas tan inestables con este peso específico que Dios me ha dado.

Bueno, yo lo dejo caer, si algún Píndaro moderno escribe un soneto al futbolín o una décima a la gimnasia de mantenimiento espero que se acuerde de mi persona.

Por cierto, que no solo el deporte inspira a los poetas, sino que también la poesía ayuda a los deportistas. De hecho, no hace mucho que en un noticiario de televisión contaban cómo un ciclista ruso aprendía castellano recitando versos de Rubén Darío. Resultaba cuando menos exótico verle repasar la lección declamando con su masajista a modo de público.

Pues nada, para terminar y viendo que algunos deportistas se interesan por la poesía les dejo con un humilde poemilla de rima consonante y métrica dispar que he compuesto pensando en la selección de fútbol y que quién sabe si un día no se convertirá en himno musicado por Manolo el del bombo. Dice así:

Si no queda más remedio
Que con mis impuestos pagar a esta gente
Les exijo que al menos lo hagan decente
Para que no nos consuma el tedio.

Y si no que pongan una casilla
En la declaración de la renta
Para que mi moral quede exenta
De regalarle los cuartos a semenjante cuadrilla.

Pero si quieren que haga la ola
Denle la razón al cliente
Y que vuelva Javier Clemente
Al banquillo de la selección española.