La mirada atónita

de la sección del mismo nombre en el programa Punt de Llibre de Radio Barcelona
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domingo, septiembre 24, 2006

EL TEATRO DE LA VIDA EN FASCÍCULOS

¿Qué es lo mejor de que llegue septiembre? ¿Que se reduzca el riesgo de que las ensaladillas rusas provoquen salmonelosis? No ¿Que falten 10 meses para que vuelvan a llamarnos raros a los que nos da dentera la arena de la playa? Tampoco. ¿Que los hijos del vecino vuelvan al cole y dejen de tirarnos globos llenos de agua desde el balcón todas las mañanas? Podría ser pero no...

Lo mejor de Septiembre es la avalancha de fascículos coleccionables que inundan los kioscos. Es el mes en el que uno ve la posibilidad de cumplir todos sus sueños por 9,99 cada quince días. Porque ¿quién no ha anhelado nunca construirse su propia casa mediterránea en miniatura, o llenar las estanterías de bomberos del mundo, o mejor aún, construirse su propio robot para que le traiga el desayuno a la cama? Bueno, pues eso es posible en sesenta y dos entregas. El problema es que mientras coleccionamos nos hacemos mayores y para la tercera entrega a uno el camino del kiosco le resulta demasiado largo y escarpado.

Además ahora con esto de Internet y las nuevas tecnologías escribes en el Google "robot desayuno y cama" y en un plis-plas tienes ante ti las instrucciones para construirse un androide a medida con rollos gastados de papel higiénico y bastoncillos usados. Y aunque androide aparezca escrito con hache intercalada y el ingeniero que firma el proyecto se llame Muerte Roja te ahorras los viajes al kiosco y una pasta en piezas originales de la Nasa.

Lo malo que tiene Internet es que está acabando con las enciclopedias tradicionales con sus pastas y sus hojas y su letra impresa. Ahora las palabras no huelen a nada, como las flores de invernadero o las nubes del famoso anuncio, porque las enciclopedias se crean "on-line", o sea, que cada uno aporta lo que sabe a un "servidor" que viene a ser como una especie de almacén intangible que está en todas partes y a la vez en ninguna. Vamos, como Dios pero en versión informática.

Yo echo de menos las enciclopedias porque en ellas uno no tenía la sensación de que las cosas que aparecían era verdad. Lo que no quiere decir que siempre lo fueran. Y por lo que he dicho antes, porque las palabras tenían un olor y un peso y ocupaban un espacio. Ah ¿y qué decir de los vendedores de enciclopedias? Esa especie ya extinguida que se afanaba por intentar hacernos creer que todas las obras de su catálogo estaban supervisadas por Lázaro Carreter, incluidos los catorce tomos sobre "acupuntura tailandesa y su aplicación práctica en las enfermedades del Golden Retriever" o que insistían en que nos había tocado en un sorteo ante notario la mitad de una enciclopedia universal y que por una módica cantidad a pagar en quince años podríamos adquirir los volúmenes de la hache a la zeta que era lo que nos faltaba para completarla. Ahora que lo pienso, también era casualidad que todos los años nos tocara el mismo premio a todo el bloque de vecinos... Entre eso y las camisetas termolactiles, que también las ganábamos en todos los sorteos y sin echar papeletas, podríamos haber sido el vecindario más culto y abrigado del país.

Pero ya ven, las cosas cambian y siempre nos quedará aquello de que cualquier tiempo pasado... pasado está, porque mejor les aseguro que no fue. Por cierto, ¿de quien era esa cita? Voy a ver si lo encuentro en el Google.

sábado, septiembre 16, 2006

NEGRA Y CRIMINAL

Era un día de julio. Uno de esos en los que el calor te persigue por toda la ciudad como una medusa. Había quedado alrededor de la una en la Barceloneta. Llegué a las doce en punto. "Raro en mí"- Pensé- " tal vez esta nueva temporada empiece a adquirir buenas costumbres"...
Una hora era demasiado tiempo para regalarle al sol. Así que decidí entrar en el Museu d’Història de Catalunya antes de que me devorase aquel buitre disfrazado de astro. Varias exposiciones sobre la guerra civil me sumergieron en el horror de la lucha fratricida, en la insensatez de la muerte evitable. Recuerdo especialmente un pie de foto. Hablaba de cerca de doscientos muertos en tiroteos entre anarquistas y comunistas en la plaza de Sant Jaume mientras esperaban el ataque de los rebeldes. Aquella imagen de adoquines levantados, barricadas y hombres muertos; y aquel breve texto resumían tan bien la esencia del ser humano...

Sonó mi teléfono. Era la una y cinco. Salí del Museu y caminé hacia la Calle de la Sal apabullado por el calor y por la historia. Me encontré con los amigos con los que había quedado y nos dirigimos hacia un enorme portón de madera. Llamamos y la puerta se entreabrió como si se tratara de la de una logia masónica y nos fueran a pedir el santo y seña. Pero no fue así. Al reconocernos, Paco Camarasa salió a saludarnos con la amabilidad y la simpatía que le caracterizan. Con un gesto nos pidió que pasáramos, abrió del todo la puerta y descubrió ante mis ojos el pequeño gran templo del que es guardián: La librería Negra y Criminal.

Nos movimos por el interior con el sigilo de un ladrón... de guante blanco, por supuesto. Los libros, desiguales, en un armonioso caos, dormitaban en las estanterías, y en ellos Poirot, Spade, Marlowe y los demás dormitaban también en espera de que un lector les iniciara en un nuevo caso. En un lateral un vano ciego en forma de pequeña capilla reunía versiones en distintos idiomas de "El halcón maltés" y, en el centro, una réplica en madera de la figura que da título a la novela de Hammet invitaba a la reverencia, cuando menos. "Es curioso"- barrunté- "pero no hay un sitio más indicado para rendir culto al Halcón Maltés que este, en mitad de la Calle de la Sal de Barcelona porque allá por 1848 un bloqueo del ejército carlista impedía la entrada de sal en la ciudad y, precisamente, fue un barco llamado "El Halcón Maltés" el primero en llegar desde las islas Pitiusas con un cargamento de cloruro sódico atendiendo al desafío planteado por un empresario barcelonés."

De vuelta de mis pensamientos a la librería, miré al suelo y a través de una rejilla vi la silueta de un cadáver dibujada con tiza en la bodega. Miré a Paco sorprendido y él, con sonrisa de niño travieso, me guió por el resto de los secretos de su pequeño santuario, al que no le falta ni una cocina en la que Montse Clavé, la otra guardiana y autora, además, de un manual práctico de gastronomía negrocriminal, prepara unos mejillones que ya tienen fama internacional. Negra y criminal es un club selecto de libros que exige a sus miembros de papel un único pero importante requisito: Que haya un cadáver en sus páginas.

Salí de allí con la promesa y la firme intención de volver en cuanto pueda. El sol devolvió a mi cuerpo a la realidad de un mazazo. Mientras me alejaba iba pensando en la exposición sobre la guerra civil: un compendio de muerte injusta, innecesaria y estúpida... y con aquello se mezclaba lo que acababa de ver en Negra y Criminal: un lugar en el que los cadáveres, los detectives duros y las chicas malas se forjan, única y exclusivamente, del material del que se fabrican los sueños. Tal y como debería de ser siempre.

domingo, septiembre 10, 2006

EL FINAL DEL VERANO

El final del verano llegó... Es momento de entonarle la vieja canción del dúo dinámico a uno de los estíos más extraños que recuerda aquí el que suscribe. Cada mañana nos desayunabamos con una historia aún más increíble que la del día anterior: Apareció en Austria una chica que llevaba diez años secuestrada, lo mismo ocurrió con unos pescadores mexicanos que llevaban nueve meses desaparecidos, ¿y qué me dicen del asunto de la Duquesa de Alba y sus cuarenta maletas?... Ah y lo más surrealista de todo... ¡La selección española ha ganado algo y además de calle! Ni más ni menos que todo un mundial de baloncesto.

Pero no se piensen que en lo literario la cosa ha sido más relajada. Günter Grass, por ejemplo, ha estado compitiendo con los protagonistas del Tomate por el premio "destapa lo más siniestro de tu propio pasado". Un premio que el Nobel alemán ha ganado de largo porque haber pertenecido a las Waffen-SS es, de momento, bastante más espeluznante que acostarse con una Sex Bomb. La que ha liado el señor con eso de ponerse a pelar la cebolla.

Y este mismo verano me he enterado yo, aunque la cosa lleva tiempo gestándose, que Don Quijote se nos ha metido a astronauta. Resulta que la Agencia Espacial Europea está financiando un proyecto de una compañía española que consiste en desviar asteroides para evitar que choquen contra la tierra, o sea, despejar meteoritos cual portero de fútbol espacial o si me apuran cual portavoz del gobierno cualquiera. El caso es que el proyecto se llama Don Quijote y consta de dos sondas. La primera, denominada Sancho, mide las dimensiones del objetivo y determina el lugar del impacto y la trayectoria, vamos, que es la que dice si lo que tienen en frente es un gigante o un molino. La segunda sonda, bautizada como Hidalgo, sale al galope lanza en ristre a derrotar al enemigo y supongo que a hacerle jurar que no hay dama como la simpar Dulcinea del Toboso.

Otro de los grandes momentos que me ha deparado este verano sin desperdicio ha sido el estreno de la película de Alatriste. Hordas de fans tomaron la Gran Vía madrileña para ver a sus ídolos en vivo. Miles de voces aclamaron a Vigo Mortensen, Elena Anaya, Eduardo Noriega, Javier Cámara, Blanca Portillo y el resto del elenco del film. Pero lo que me llenó de orgullo y satisfacción, como diría el rey en nochebuena, fue ver a un grupito de jóvenes poetas recitar al únisono un cuarteto de construcción AABB con rima asonante que decía: "Reverte, Reverte, Reverte es cojonudo, como Reverte no hay ninguno". ¡Por fin un escritor aclamado como una estrella del RockandRoll o del balompié! ¡Desde los tiempos de Blasco Ibáñez que no pasaba esto!
En lo personal, permítanme decirles que ha sido un verano de pequeños placeres; Según la báscula de mi cuarto de baño tres kilos de los placeres que engordan y otro tanto de los que no, entre los que se encuentra haber descubierto la poesía de Juan Larrea, la princesa manca de Martín Garzo o El Orden alfabético de Juan José Millás.

Pero sobre todo guardo una sensación muy especial de un día de Julio en el que un amigo me dejó colarme en su sancta sanctorum literario en el momento en el que los libros creen que nadie les observa. Pero eso, como diría Conan, es otra historia y prometo contársela la semana que viene.