La mirada atónita

de la sección del mismo nombre en el programa Punt de Llibre de Radio Barcelona
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lunes, febrero 18, 2008

84 Charing Crossroad

Sí, sí. Lo reconozco. Lloré. Lloré igual que una miss recién coronada cuando vi 84 Charing Crossroad. La dirección de este programa lleva años intentando que lo confiese y ya no puedo con tanta presión. No soy el prototipo de vasco que ustedes imaginan. No corto troncos por las mañanas antes de desayunar, ni juego a pelota a mano desde que se inventó la raqueta, ni levanto piedras... no porque no pueda, sino porque ¿y si hay un escorpión o una culebra debajo?.

Nunca podré olvidar 84 Charing Crossroad, la obra de teatro dirigida por Isabel Coixet, sobre todo cuando después de los aplausos se encendieron las luces y mi amiga Xesca, con su sutileza habitual, me señaló con un dedo y gritó: -¡Está llorando! ¡Está llorando!

Gracias, querida amiga, por cumplir con tu noble oficio de periodista e informar a todo el patio de butacas y parte de los palcos.

Creo que solo he llorado dos veces en el teatro. La otra fue viendo el Rey Lear de Calixto Bieito y por motivos muy diferentes. Pobre Shakespeare...

84 Charing Crossroad cuenta la historia real de Helen Hanf y Frank Doel. Una escritora de Nueva York y un librero londinense que mantuvieron una historia de amor durante veinte años a través de cartas y sin llegar a conocerse nunca. Ya ven, me conmueven las relaciones condenadas al fracaso y en las que los amantes no tienen que pasarse el día haciéndose arrumacos y diciéndose cosas como “Te amo, costillita”. De hecho, Helen Hanf y Frank Doel ni siquiera se dijeron “Te quiero” una sola vez.

En el programa de mano que conservo como recuerdo, Isabel Coixet dice que su único deseo es que al salir de la representación, el espectador se diga: “Yo lo viví, yo me emocioné”. Bueno, pues misión cumplida, pero la próxima vez si con el programa de mano viene también un paquete de kleenex lo agradeceremos yo y las cortinas del Romea.

Y ya puestos y teniendo en cuenta que hoy hablamos del Londres literario y no de mis lloreras, tenemos que comentar que, precisamente, en la calle Charing Cross Road se concentran las principales librerías especializadas y de segunda mano de la ciudad. Allí estaba también Marks&Co, la librería en la que trabajaba Frank Doel y de la que ya sólo queda una placa conmemorativa porque en su lugar ahora hay... ¿lo adivinan? ¡Sí, uno de los auténticos centros de la cultura de un país que se precie, o sea, un bar!

Bueno, pues nada, yo les dejo que me tengo que perder en la bruma de las ondas:

Es mi vida no quiero cambiar
los chicos no lloran sólo pueden soñar
es mi vida no quiero cambiar
los chicos no lloran tienen que pelear
es mi vida ah! es mi vida ah!

Cambio climático

Yo no sé si de esto del cambio climático sabe más Al Gore o el primo de Rajoy, que por lo visto los dos son señores muy estudiados. La que sí que estoy seguro que sabe del tema es la gente del campo que a lo largo de los siglos, y por la cuenta que le trae, ha estudiado el comportamiento de los fenómenos meteorológicos... al parecer hoy más meteoro – ilógicos que nunca.

Les propongo un ejercicio infalible para comprobar si el cambio climático es real o no. Y tranquilos que no necesitamos ni aparatos sofisticados ni complicados cálculos matemáticos. Simplemente hay que echar mano del refranero popular y ver, mes a mes, si se sigue cumpliendo. Tomen bolígrafo y papel que comenzamos con los 28 principales de la sabiduría popular:

1- En Enero bufanda, capa y sombrero.
2- En Enero de día al sol y de tarde al brasero.
3- En Febrero el loco ningún día se parece a otro.
4- Sol de Febrero rara vez dura un día entero.
5- En Febrero busca la sombra el perro, en Marzo el perro y el amo.
6- Marzo, marzadas, aire frío y granizadas.
7- No dure más el mal de mi vecina que la nieve marcelina.
8- Sale Marzo y entra abril, nubecitas a llorar y campitos a reír.
9- Abril, para ser abril, ha de tener aguas mil.
10- Abriles y yernos pocos hay buenos.
11- Agua de mayo no cala el sayo y si alguna vez lo caló, pronto lo enjugó.
12- Mayo entrado, un jardín en cada prado.
13- Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo y si junio es ruin hasta el fin.
14- Hasta que pasa San Juan no te quites el gabán.
15- En Julio beber y sudar, y el fresco en balde buscar.
16- Por San Fermín el calor no tiene fin.
17- Siete agostos, siete rostros, o dicho de otro modo, no hay un mes de agosto que se parezca a otro.
18- Primer día de agosto, primer día de invierno.
19- Septiembre, o lleva los puentes o seca las fuentes.
20- Por San Miguel el calor ya no pide parasol.
21- En octubre no molesta la lumbre.
22- De mitad de noviembre en adelante, el invierno es constante.
23- Marzo trae las hojas y noviembre las despoja.
24- Noviembre es del estío, la puerta del frío.
25- En diciembre, heladas y migas almorzadas.
26- Días de diciembre, días de amargura, apenas amanece ya es de noche oscura.
27- De los Santos a Navidad es invierno de verdad.
28- Diciembre es un viejo que arruga el pellejo.

Pues listo el repaso. Si han tomado nota pueden hacer un seguimiento del cambio climático durante todo un año y quién sabe... tal vez les den el premio Nobel. Ah, y si se han quedado con ganas de más refranes les recomiendo la web www.mirabosques.com/refranero_meteorologico.html.

martes, febrero 12, 2008

Los príncipes valientes


Dice una acertada fórmula matemática que la cantidad de pelo es inversamente proporcional a la cantidad de nostalgia. Y así debe de ser porque desde que me estoy afilemonizando no hago más que echar de menos los tiempos de naranjito, los de las mamachicho y las cacao maravillao (el equivalente a los beatles y los rolling de la telecinco más digna de la historia) o la época dorada del heavy en castellano y en cassette con aquellos cardados de pelu de barrio de los Sangre Azul, los Obus, Ñu, Leño, Baron Rojo y compañía...

Supongo que hay un momento en la vida en el que uno quiere entender por qué se ha convertido en lo que se ha convertido y por eso, aún agradece más que caiga en sus manos una novela como “Los príncipes valientes”. Stendhal dijo aquello de: “la novela es un espejo que ponemos en el camino” y parece que Javier Pérez Andujar, autor de “Los principes valientes” se lo ha tomado al pie de la letra, porque al menos servidor se ha visto reflejado en todas y cada una de las 233 páginas de esta novela-espejo, si me permiten que la denomine así.

Las novelas-espejo, afortunadamente, son generosas y te reflejan con pelo y sin ojeras, y en el caso de la de Pérez Andujar con pantalón corto y orejas de soplillo, que es como era yo cuando tenía la edad del protagonista... Cuando, igual que él, leía las “Famosas Novelas” de Bruguera una y otra vez, jugaba con las cartas de “La cizaña” de Asterix, disfrutaba con las carreras absurdas de los Autos Locos y taladraba al asesino de turno junto a Colombo, que no deja de ser un Gila americano diciendo aquello de “alguien ha matado a alguieeeeeen...”

“Los príncipes valientes” sabe a bocadillo de chorizo delante de la tele tratando de entender por qué los villanos tendían trampas tan inútiles como estrafalarias a aquel Bat-Man panzón, pero también sabe a La Ley del Silencio o a mis padres decidiendo explicarme quienes eran los Reyes Magos y por qué al vecino sí le iban a traer el Scalextric y a mí no.

Supongo que uno se identifica con un texto cuando descubre que alguien ha escrito lo que él ha pensado siempre sobre el capitán Nemo, James Bond , Pinocho o Kojak pero que no ha sabido expresar. Supongo que por eso uno es lector y son otros, como Pérez Andujar, los que escriben. Tengo que reconocer que leyendo este libro temí acabar convirtiéndome en uno de esos perrillos setenteros que se ponían en los coches y que asentían con el movimiento del vehículo. Cada página que pasaba decía: ¡Siiiii, es verdad! Y meneaba el bolo arríba y abajo.

Pero, por Dios, que nadie se piense que esta novela es como esos emailes que rememoran los tiempos de nuestra niñez para hacer piñita generacional, que eso sería como comparar la etiqueta de unos gallumbos con las Soledades de Machado... las dos hablan de la cosa interior, sí, pero no viene a ser lo mismo.

Perez Andujar tiene un algo de poeta que escribe prosa y un algo de guía turístico de la memoria. Sabe narrar y desbarrar y ha escrito una novela de “porqués”, de esas que cuentan que cualquier tiempo pasado fue anterior, que no mejor, pero sí necesario para entender lo que somos hoy. Como dice mi padre cuando ve jugar a Messi: “Este chaval vale”.

domingo, febrero 03, 2008

Viajeros en Barcelona

“Uy, tú porque no vives aquí” es lo que tengo que escuchar siempre que elogio Barcelona. “Dices eso porque vienes de visita, pero si tuvieras que pasar aquí todo el año ya veríamos”. ¡Qué más quisiera yo que mis obligaciones me permitieran pasar el año entero, ya puestos a pedir, en un ático del Passeig de Gràcia! Bueno... o en un pisito de la calle Riera Alta, que tiene más encanto si cabe y está más cerca de mis posibilidades.

“Tú porque no vives aquí” dicen cuando elogio Barcelona pero ¿cuál es la respuesta cuando digo: "ah, pues si queréis os cambio"? “Nooo, nooo, que a mí Barcelona me encanta.”

Pues claro, ¿y a quién no? Barcelona ha cautivado a millones de viajeros de todos los tiempos, escritores incluidos... Bueno, menos a Merimee que dijo aquello de “una sucia ciudad que afecta aires de capital” pero mejor pasamos de él que le he cogido hasta ojeriza por semejante comentario.

Decíamos que la ciudad condal ha cautivado a escritores de todos los tiempos y así lo refleja un excelente libro titulado “Viajeros en Barcelona” del catedrático de Historia Adolfo Sotelo Vázquez. En 165 páginas recrea la estancia, vivencias y opiniones de diecisiete literatos que desde mediados del siglo XIX hasta los años 50 visitaron la ciudad. Y lo hace en un trabajo documentadísimo pero muy ameno en el que recorremos, casi sin darnos cuenta, 100 años de historia a través de los comentarios de Galdós, Emilia Pardo Bazán, Rubén Darío, Unamumo, Baroja, Machado o Camilo José Cela entre otros.

Y si hablan de la ciudad, claro está, hablan de sus habitantes... Y yo, que además de malo maloso soy amigo de los chascarrillos, he ido tomando notas para configurar el perfil del barcelonés tipo... y la barcelonesa tipa.

El escritor argentino Domingo Faustino Sarmiento, por ejemplo, en su retrato del hombre catalán (cito textualmente) resalta sus ojos “centelleantes de actividad y de inteligencia” a la par que su perfil enjuto y nervioso. Sus quehaceres y empresas “respiran grandeza” y tal es su laboriosidad que “de un quintal de lana ellos sacan quinientas piezas de paño”. Mucho le debió de gustar Barcelona a este autor que hasta se llevó cinco láminas de monumentos como recuerdo, o sea, cinco postales de la época.

Pero sigamos con lo nuestro. Galdós dice de los catalanes que “es un pueblo morigerado y sobrio que, cuando llega la ocasión, sabe gastar sus ahorros y deslumbrar a sus huéspedes, haciendo gala de tanta esplendidez como inteligencia. Tienen el doble mérito de saber trabajar y saber vivir.” Ah y destaca también “la escasa querencia de los habitantes de Barcelona por las tabernas y el espectáculo taurino, escuela constante y cátedra siempre abierta de barbarie, insolencia y crueldad.”

La Pardo Bazán dijo de Barcelona que “es la ciudad más hermosa de España, y sin duda el día que consiga extenderse del Llobregat al Besós, podrá competir con las mejores de Europa y América”. Valía para pitonisa la escritora gallega.
¿Y qué dijo Rubén Darío? Pues que el pueblo barcelonés es un pueblo “sano y robusto, de unas mujeres de pechos opulentos, de ojos magníficos, de ricas cabelleras y de flancos potentes”. ¡Ole el salero de las mozas catalanas! Esto último no lo dijo Darío eh, lo apostillo yo. De acuerdo con Darío y conmigo estaría también Waldo Frank que escribió: “No es un pueblo fuerte como el aragonés o el vasco (eso es verdad). Es un pueblo sutil y gracioso. El secreto de supervivencia se ve claramente en sus mujeres, delicadas hijas de Eva, tal vez las más bellas de Europa, con los colores de un huerto de abril y el crepúsculo en los ojos”. ¡Ahí le ha dao!

Unamuno, que era más lacónico y un pelín aguafiestas dijo aquello de “¡Os ahoga la estética!”, afortunadamente el uruguayo José Enrique Rodó discrepó alegando que detrás de las fachadas “veo yo, en la casa de los catalanes, el fondo: veo una artística sala, una copiosa biblioteca, un confortable comedor, unos frondosos y bien cultivados jardines. Veo, en suma, aquella entidad que es la raíz de todas las grandezas y el secreto de todos los triunfos: la energía.”

Bueno, pues si estos señores tan cultos lo han dicho por algo será. Yo me identifico con lo que dijo Azorín: “Los días barceloneses no se borrarán jamás de nuestra memoria.”

Recuerden “Viajeros en Barcelona” de Adolfo Sotelo Vázquez.