Ya ven. Uno no deja de sorprenderse a si pispo, que dirían Martes y Trece. Resulta que esta semana me he descubierto negando a Sófocles tres veces igual que San Pedro hizo con Cristo.
Les cuento: Iba yo tan contento por la calle con mi ejemplar de Edipo Rey bajo el brazo, porque aprovecho los trayectos de metro para leer como todo hijo de vecino... Bueno, más bien como toda hija de vecina, porque, en detrimento de mi género he de decir que en el metro la mayoría de lectores son de sexo femenino, o sea, lectoras, si exceptuamos, por supuesto a los lectores de periódicos deportivos o los diarios gratuítos, pero estos últimos no cuentan porque te los dan a la entrada y no tiene mérito leer algo que te regalan por la calle y que además siempre tiene a Shakira en la portada.
¿Por cierto, si el femenino de lectores es lectoras el masculino no debería ser lectoros? Si en la tele en vez de los que aparecen hubiera un tipo que se llamase Lectoro Matamoros seguro que leíamos más... De hecho no entiendo como apareciendo los que aparecen no leemos mucho más... ¡Oh dios mío! Estoy metido en un bucle de digresiones que puede acabar generando una paradoja espacio-temporal de consecuencias catastróficas. Solo existe una solución: ¡Rebobinemos! (sonido de rebobinado)
Les cuento: Iba yo tan contento por la calle con mi ejemplar de Edipo Rey bajo el brazo cuando me encontré con un conocido:
- Hola, ¿qué tal? - Dijo él.
- Bien ¿y tú?- Dije yo.
- Bien también- Respondió.
Entonces se hizo uno de esos silencios tan incómodos que en realidad quieren decir:
- Tío, no tengo nada que decirte porque hace un montón de tiempo que no te veo y ni siquiera me he acordado de ti ni un milisegundo desde la última vez que nos encontramos porque que tú y yo nos conozcamos es simplemente fruto del azar cósmico de este planeta sometido al caos, pero voy a darte cuartelillo porque así lo exigen las convenciones sociales para el buen funcionamiento de la especie aunque no tengo ni pajolera idea de sobre qué hablar contigo.
Después de unos segundos de mirar sin mirar a todas partes a él se le iluminó la bombilla de las conversaciones intrascendentes:
- ¿Qué lees? - Me preguntó.
- A Sófocles - Respondí, y en ese momento me “sofoclé” al pensar que el tipo me tomaría por un pedante intelectualoide del tres al cuarto que va luciendo tragedias griegas por la calle como quien lleva un bolso de marca con la etiqueta por fuera, así que reaccioné:
- Es que tengo que hacer un trabajo para la universidad... Sobre Edipo Rey... Estoy estudiando filología...
- Ah. - Dijo él- Bueno, hasta luego.
Nos despedimos y seguí mi camino con la conciencia malherida por haber renegado de mi mismo y de lo que leo, y todo por evitar que un tipo me tomara por un pedante intelectualoide del tres al cuarto. ¡Pero si me ha tomado por eso desde que nos conocimos!
Estaba yo sumido en esas cavilaciones cuando me sorprendió una voz conocida:
- ¡Chacheeeeeeeee! ¿Ande vas con tanta prisa? Vamos a tomar una cerveza...
Una oferta así, obviamente, no se puede rechazar y menos viniendo de un amigo de toda la vida. Bueno, pues en mitad de la conversación, en este caso no forzada, llegó la dichosa pregunta:
- ¿Qué es eso que lees?
Y, sin saber por qué la misma respuesta: - Es que tengo que hacer un trabajo para la universidad... Sobre Edipo Rey...
No entiendo mi reacción... Si mi amigo también me ha tomado siempre por un pedante intelectualoide del tres al cuarto ¿para qué fingir?
Y para rematar la jugada, en ese momento apareció en el bar un compañero de trabajo y con su discreción habitual soltó a voz en grito:
- ¡Andaaa, no sabía yo que los empollones bebían alcohol!
- Sí, para olvidar a tipos como tú- Respondí con un gesto aprendido en alguna película de Humphrey Bogart.
- ¿Qué lees?- Dijo cogiendo mi libro... y ¡adivinen qué respondí! Efectivamente:
- Es que tengo que hacer un trabajo para la universidad... Sobre Edipo Rey...
- Buaf - Soltó él- A mí si no hay acción y sexo...
- Hombre, teniendo en cuenta que esta historia trata sobre un tipo que mata a su padre y se acuesta con su madre estoy por recomendártela...
Y ahí termina mi historia de negaciones. Que dirán ustedes ¿y para qué nos suelta este rollo? ¿Qué sacamos nosotros de esto? Ustedes nada, pero yo necesitaba desahogarme al estilo de Confesiones con Carlos Carnicero y gritar a los cuatro vientos: ¡Sí, me gusta Sófocles! ¡Me gustan las tragedias griegas con su coro y todo! ¡Disfruto con Esquilo y Eurípides! ¡Viva Edipo! ¡Viva Antigona! ¡Y viva Prometeo encadenado!
Hala, ya está, que estas cosas si te las quedas dentro... luego pasa lo que pasa. Hasta la semana que viene.