Marchando otra de chorizos
Ya dijo Jardiel Poncela que “los ladrones somos gente honrada” y por lo tanto cumplimos con nuestra palabra. Así que hoy, tal y como anunciamos la semana pasada: - Marchaaaando otraa de chorizooooos
Sí, sí, chorizos en plural que no es que nos vayamos de pinchos... es que hablamos otra vez de robar libros... ¿Por qué? Pues porque nos quedaron algunas curiosidades en el tintero y porque nos viene en gana, que es un motivo más que legítimo, oiga.
Por ejemplo: ¿A que no saben qué libro tiene el record de ser el más robado? Pues “dicen” que, precisamente, el libro Guiness de los records. Y recalco lo de “dicen” porque con lo tochaco que es no me veo yo al choricillo de turno sacándolo de “estrangis” del Carrefour entre las cajas de leche. Vamos, que esta información tiene menos credibilidad que Carod Rovira jurando bandera. A no ser que sea el libro más robado por David Copperfield que es un señor con apellido de purito, capaz de hacer desaparecer la estatua de la libertad.
Bueno, pues ni David Copperfield ni el Dioni con su furgón serían capaces de robar los casi 4000 libros que le robó Chile a Perú en la Guerra del Pacífico y que le ha devuelto hace poquito en lo que han llamado “un gesto de paz”... Sí, sí, gesto de paz... ¿no será que se los devuelven porque ya se los han leído todos? Desde luego tiempo han tenido en ciento y pico de años...
Internet tampoco se libra del temita, y no solo porque más de un impaciente, de esos que se comen las uñas hasta los codos, se haya descargado transcripciones chichinábicas de las novelas sobre Harry Potter antes de que a los traductores de la edición española les diera tiempo a leer ni siquiera el título. También porque la red está llena de decálogos y manuales del buen ladrón de libros. -Lógico- Argumentará más de uno- Si Internet es la madre de todos los males. Pues no señor, que lo de la sustracción de objetos es más viejo que el meneillo de ojos de Marujita Díaz. Y si no que se lo digan al portugués anónimo que en el siglo XVII escribió “El arte de hurtar” con capítulos de título tan ilustrativo del estilo de "Cómo se hurta haciendo merced y vendiendo misericordia" o "Cómo se puede hurtar al Rey veinte mil cruzados a título de servirle".
Pero de entre todos los que roban, los más fascinantes son esos que no roban el objeto sino su esencia. Esos que van a determinadas grandes superficies de nombre impronunciable, eligen el libro que más les gusta, se apalancan en los sofás que hay junto a las estanterías y se lo leen allí mismo por su cara bonita... Ah, y si no les da tiempo, hacen una marquita en la página por la que van, devuelven el libro a su lugar de origen y al día siguiente retoman la lectura. Que ya se puede gastar la empresa en cuestión todo el dinero que quiera en alarmas, que estos pajaruelos se lo llevan escondido en un sitio que no pita... ¡en el cerebro!
Sí, sí, chorizos en plural que no es que nos vayamos de pinchos... es que hablamos otra vez de robar libros... ¿Por qué? Pues porque nos quedaron algunas curiosidades en el tintero y porque nos viene en gana, que es un motivo más que legítimo, oiga.
Por ejemplo: ¿A que no saben qué libro tiene el record de ser el más robado? Pues “dicen” que, precisamente, el libro Guiness de los records. Y recalco lo de “dicen” porque con lo tochaco que es no me veo yo al choricillo de turno sacándolo de “estrangis” del Carrefour entre las cajas de leche. Vamos, que esta información tiene menos credibilidad que Carod Rovira jurando bandera. A no ser que sea el libro más robado por David Copperfield que es un señor con apellido de purito, capaz de hacer desaparecer la estatua de la libertad.
Bueno, pues ni David Copperfield ni el Dioni con su furgón serían capaces de robar los casi 4000 libros que le robó Chile a Perú en la Guerra del Pacífico y que le ha devuelto hace poquito en lo que han llamado “un gesto de paz”... Sí, sí, gesto de paz... ¿no será que se los devuelven porque ya se los han leído todos? Desde luego tiempo han tenido en ciento y pico de años...
Internet tampoco se libra del temita, y no solo porque más de un impaciente, de esos que se comen las uñas hasta los codos, se haya descargado transcripciones chichinábicas de las novelas sobre Harry Potter antes de que a los traductores de la edición española les diera tiempo a leer ni siquiera el título. También porque la red está llena de decálogos y manuales del buen ladrón de libros. -Lógico- Argumentará más de uno- Si Internet es la madre de todos los males. Pues no señor, que lo de la sustracción de objetos es más viejo que el meneillo de ojos de Marujita Díaz. Y si no que se lo digan al portugués anónimo que en el siglo XVII escribió “El arte de hurtar” con capítulos de título tan ilustrativo del estilo de "Cómo se hurta haciendo merced y vendiendo misericordia" o "Cómo se puede hurtar al Rey veinte mil cruzados a título de servirle".
Pero de entre todos los que roban, los más fascinantes son esos que no roban el objeto sino su esencia. Esos que van a determinadas grandes superficies de nombre impronunciable, eligen el libro que más les gusta, se apalancan en los sofás que hay junto a las estanterías y se lo leen allí mismo por su cara bonita... Ah, y si no les da tiempo, hacen una marquita en la página por la que van, devuelven el libro a su lugar de origen y al día siguiente retoman la lectura. Que ya se puede gastar la empresa en cuestión todo el dinero que quiera en alarmas, que estos pajaruelos se lo llevan escondido en un sitio que no pita... ¡en el cerebro!
3 Comments:
At 9:41 p. m., Anónimo said…
Excelente manera de celebrar el tiempo de matanzas, Blázquez. Sus chorizos I y II me han parecido impagables. Y si por lo que vemos en el pasarótulos de la previsión para la semana próxima va usted a calzarse la celada y la armadura esto se va a poner de "toma pan y moja", oiga!
At 10:36 p. m., Cris said…
Perdoneme padre, porque he pecado. Y si la virtud es la paciencia, el pecado debe ser la ira (qué exageración!)
Me descargué la transcripción chichinábica de la última novela de HP un 24 de julio, tentador regalo de onomástica que Satanás me dejó en internet, porque, efectivamente, ya no había uñas ni cuerpo que lo aguantara.
A favor mío puedo alegar que: 1) no lo volveré a hacer (porqué ya no habrá más Potters) y 2) pagué religiosamente a doña Rowling, ya que me compré la versión original y en febrero compraré la horrorosa traducción a mi lengua materna, de manera que la traductora no se quedará sin sus honorarios.
En mi contra, debo seguir confesando que no me arrepiento de mis actos y que si me lo compro en lengua vernácula será sólo por acabar la colección. Bueno, del coleccionismo ya hablaremos otro día.
(Buena idea esa de leer de gorra en grandes superficies. Al lado del trabajo tengo una. El lunes empiezo... Eso sí, nada de doblar la hoja, dejaré un Punt de llibre)
Amén
At 12:14 p. m., Cris said…
¿¿¿¿Ciencia???? Tema no "guta nena"!! JA veurem si no fem campana.
Petons
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